En Sueño
Profético decían:
Dios, siendo Dios, necesitó Discípulos, necesitó
poderosos y puertas que se abrieran a su llamada antes que Él golpeara la
puerta. Necesitó casas grandes, y a veces su Enseñanza la daba en una mesa
grande, porque lo que allí decía no podía decirlo al humilde ni al necesitado.
Un día, estando en una cena hablando de su Padre, y que a todos nos hizo hacer examen de conciencia por sus justas Palabras, Le dijo uno:
—Maestro, ¿por
qué no repites mañana esas mismas Palabras en la montaña?
No dio tiempo y al alboroto contestó:
—Mañana irán a oírme más pobres que pudientes, y la Enseñanza irá al
espíritu, al pecado del pudor y a no romper mi Enseñanza; al pecado de escándalo,
para que el niño llegue a hombre con su inocencia hasta que sea responsable, y
ya, si quiere, peque o no peque. Éste va a ser el Sermón de mañana en la
montaña. ¡Cómo voy a decir allí estas palabras! ¡Cómo decir que lleven
cacharros a un desierto para llenarlos de agua! Si Yo aquí hablo de dar al
necesitado es porque sé que mis Palabras vais a cumplirlas. Porque todos tenéis
que mirar al Cielo y dar gracias a mi Padre por la abundancia que administráis.
Pero allí, mañana, irán pocos pudientes y no quiero que la Caridad sirva de
odio para los que allí reciban mis Palabras de aliento.
Desperté, oí:
Este Mensaje enseña a poderosos y a humildes, cuando
sean todos de Dios.
Él iba a los poderosos que le decían: “Maestro,
antes de que llames a mi puerta, que obedezcan sus bisagras y Tú la veas
abierta”.
“Si alguna se resistiera, que no quede nadie vivo de
los que guardan la puerta”.
Aquel día, en la montaña, el Sermón era para
reforzar el espíritu del que a Él tanto amaba.
Era recordarles su Reino.
Era darles su Amor haciéndose Él lo mismo que ellos.
Siendo Él el dueño de todo era pobre y no era rico.
Porque Él lo que enseñaba era que fuera su amigo el
que pecado no hiciera.
El que tuviera dinero, al oírlo, repartiera.
Y ya irían al monte todos en grupo, contentos,
porque las Palabras eran al espíritu y no al cuerpo.
***
Libro 74 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IX - C3
Quien puede negar que es Dios el que aquí habla?
ResponderEliminarCómo leer este Evangelio y no conocer la Enseñanza de Dios sin comparación a otra enseñanza!
Es de pena mayor que no se cunda más por el bien de la humanidad.