En Sueño Profético hablaban del Amor a Dios, de su Mando; de su
Presencia, cómo la sientes, cuando a Él te ofreces para que te dé Mando. Es
premio el decir: “Lo que estoy haciendo, Dios me lo ha mandado. A mí no me
cansa el hacer su Mando. Que este mismo Mando lo puede hacer todo el ponga,
este Amor, primero”.
Dijo uno:
Yo soy un espíritu de la Gloria,
y con el Mando de Dios estoy dictando el Dictado. Cuando vivía con cuerpo,
nunca me costó trabajo hacer lo que Dios tiene dicho en Diez Palabras, que son
los Mandamientos. Escritos los llevaba en el bolsillo, y cuando dudaba de que
algo no hubiera hecho, sacaba el papel y lo repasaba. Y ya Dios parece que me
hacía sentir estas palabras: “Con querer cumplirlos, ya todo lo que hagas es
pidiendo Mando”. Este sentir me quitaba los nublados que me hacían ver los
espíritus malos.
Desperté, oí:
Cierto que los espíritus que no
son de Dios, todo lo hacen ver mal y con castigo de Dios.
Pero si tu Amor es grande,
conoces a los espíritus que son de Dios y a los que quieren apartarte de Él.
El Amor a Dios es lo más grande.
El que sienta este Amor, los
Mandamientos, con alegría los hace.
Y va enseñando cómo no retirarte
de Dios.
Este Amor dando Mando, más lo
buscas, más lo quieres y más de Dios vas hablando.
¡Es lástima que los que más
pueden pedir Mando, por su tiempo y su dinero, se retiren de este Mando!
Éstos, por buenos que sean, Aquí
los nombran malos.
Bueno sin seguir a Dios ni
pedirle Mando, es bueno con engaño.
Los Discípulos sufrían el día que
no tenían Mando.
Esto se les oía mucho: “Mándame,
Maestro. Yo quiero tu Mando”.
***
Libro 47 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VI - C1
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