En Sueño Profético hablaban de la Paz. Decían que
la Paz te acortaba los días o te los alargaba. Te los alargaba cuando llegaban
días tristes, días de cizaña, días que nada llega bien, todo tiene falta. Estos
días, con la Paz de Dios, no tienen importancia. Los días que todo llega bien,
la Paz te los alarga y disfrutas de ver lo que dura esa alegría que tú no
esperabas.
Dijo uno:
La Paz, el que la viva,
a nada le da importancia,
y algo lleva por dentro
que sale a su cara
por mucho que oiga
y le quite importancia.
Yo hablo de esto
porque en mi familia había uno
que la gente lo buscaba.
Todo le llegaba bien,
porque Dios con él estaba.
Decía:
Los días que lleguen mal,
hacedlos más cortos,
y pronto pasará la tempestad.
Los días que sean buenos,
detenedlos
y que sirvan para enseñar.
Desperté, oí:
¡Qué cierto que hay días
que todo te llega mal y tarde!
Pero si reciben con Paz de Dios
lo que lleva el día,
tú le das contestación.
Y el que te sigue, ve claro
que aquí te está mandando
el Poder de Dios.
Yo aprendí mucho de él,
y ya, los días,
todos me llegaban bien.
A Dios llevaba por dentro,
y por fuera
me lo tenían que ver.
Donde no hay Paz,
no puede estar Dios.
Dios dejó dicho:
“Mi Paz os dejo,
mi Paz os doy”.
Si sus Palabras desprecias,
tú no vives su Presencia.
Puede que te falte Paz
cuando veas que a Dios
Lo van a insultar.
Y llegando estos momentos, dices:
“Señor, dame tu consejo,
que no sé si podré
aguantar estos desprecios”.
Libro 31 - Te Habla el Profeta - Tomo IV - C8
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