En Sueño Profético vi cómo cortaban piernas por encima del pantalón, y sus caras estaban sin mueca de dolor. Llegaron a uno, después de tres o cuatro, y éste exponía sus razones para que la pierna no se la cortaran, y antes de llegar a la pierna rompió en llanto. Todos quedaron mirándose y dijo uno:
Esta es la reacción al no querer perder una pierna, ni un brazo, aunque estuviera enfermo, ni el dedo meñique de la mano que ocupa un segundo lugar. Todo lo que está en el tronco de tu cuerpo lo curas y pagas antes de perderlo. A pesar de que, a veces, un solo dedo te da noches de tormento, te hace perder días y perder horas, te cambia hasta de genio, pero mientras no perjudique a otro dedo lo defiendes con el derecho de que eso es de tu cuerpo, que si tú no lo cuidas nadie te cuida tu dedo. Si ya este dedo avanzara con peligro para infectar a los otros dedos pondrías la mano para cortarlo y los llantos para el Cielo, y siempre recordarías al dedo chico de tu mano.
Desperté, oí:
Dios ha hecho Visión con los miembros de unos cuerpos para dar Enseñanza.
A los que les cortan las piernas y no notas en sus caras sufrimiento es porque no tenían pierna, porque antes la perdieron.
Veías cortar la pierna, pero cortaban el relleno.
Igual quedaban sus caras, porque el sufrir iba por dentro.
Nunca la hubiera cortado, aunque trabajo al andar hubiera dado, ni por fea torcedura.
Era mejor tener la pierna que tener tan sólo una.
Cuida la carne que es tuya y no le des corte a la pierna mientras admita el cuido.
El que tenía dos piernas y querían cortarle una, pedía clemencia al Cielo porque tenía la esperanza mientras se viera su remo.
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Libro 69 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VIII