En Sueño
Profético decían palabras y
contaban Hechos de Jesús cuando vivió de Hombre entre los hombres, de cuando
sufría el comportamiento en contestación a su Enseñanza para librar de la
condenación al que siguiera sus Palabras.
Dijo uno:
Él siempre se hacía como el hombre que lo recibía
con Amor y queriendo su amistad. No había por su parte diferencia de Dios
Hombre. Él quería que a Él llegaran buscando Amor, buscando Paz y con seguridad
de recibir su Perdón. Porque así sabía que su Presencia les decía “Yo soy
Dios”, y ellos al retirarse tenían que decir “ese Hombre es Dios”. Ya, en el
próximo encuentro, lo mismo el pudiente que el humilde o el pecador, antes de hablarle
le hacían reverencia. Y Él ya, con palabras o con mirada, yendo hacia ellos se
hacía como hombre amigo, que quería ser de ellos. Y con su Mano en el hombro de
uno de los tres nombrados, pronunciaba:
—Levantaos.
Si habéis vuelto y habéis cumplido mis Palabras ya sois mis amigos. Y a los
amigos míos les prohíbo que Me reverencien y les exijo que Me sigan y que no
ensucien mis Palabras, ni por dinero ni por pecado que quieran pagar con la
fuerza de la soberbia y la ira.
Y seguía diciendo:
—Venid a Mí como corderos y siempre
encontraréis al mismo Pastor, hoy de Carne, mañana de Espíritu. Pero pensad que
siempre estará entre vosotros Dios Padre, como hoy estoy de Dios Hijo.
Desperté, oí:
¡Quién oía estas Palabras y dudaba que fuera Dios!
Él, al que Lo amaba, le hacía que sintiera que era
Dios.
Al poderoso le hacía que siempre pensara en Él, si
la Gloria la quería como Él la prometió.
El humilde, su sentir era la satisfacción de que
para qué más riqueza que la intimidad con Dios.
El que pecó y lo busca como oveja al pastor, cuando
al pastor necesita porque al rebaño perdió, quedándose distraída con la mala
hierba que vio.
Estos son arrepentidos que lloran buscando a Dios.
Hasta que pone en su hombro su mano con su Perdón.
Busca a Dios con Amor y Él te hará sentir que lo
tienes de Pastor.
***
Libro 74 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IX - C3
Sentir a Dios es tener el mundo bajo los pies y el espíritu a salvo.
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