En Sueño Profético decían:
Dios no puede permitir que el que oiga
sus Palabras, las cambie por las suyas, por creer que son mejor dichas.
Oyendo estas Palabras se vio como una
nave grande, con una mesa, donde estaban los Discípulos de Dios Hijo esperando
que el Maestro llegara. Se dice Maestro porque Dios así quería que Le llamaran.
De pronto se pusieron todos de pie, menos dos que venían con el Maestro, que
eran los Discípulos que en la mesa faltaban. Dios hizo Presencia con su Túnica
y su Manto, que el aire movía. Su Rostro te daba y también te pedía. Ya que
todos se sentaron, Dios dijo:
“Las Palabras que Yo os diga, el que
trate de reformarlas, no puede sentarse en mi Mesa. Aquí se sientan pocos. Esto
es lo que quedará en los Escritos para toda la vida temporal y luego la Eterna,
donde no hay cuerpos. Tenéis que aprender lo que mi Padre dice en Mí y ahora
está diciendo”.
Quedó silencio y un Discípulo que
acompañó al Maestro dijo:
“Estas Palabras que el Maestro ha dicho
son para que todo lo que nos diga, no consintamos que tenga reforma”.
Dijo Santiago:
Un día, estando en un mesón, esperando a
uno que quería que le habláramos de la Vida Eterna, se presentó con otro que
tenía fama de grande talento de la Tierra, y dijo estas palabras: “Si vosotros
queréis aprender para ir hablando con el Maestro, buscadme y yo os enseñaré”.
Mi contestar fue éste:
“Si el Maestro no fuera Dios Hijo,
nosotros no tendríamos el Saber que es Saber del Cielo, donde está la Gloria y
el Reino de Dios. El que busque otra enseñanza, que se aparte del Maestro”.
Estas Palabras fueron las que el Maestro
quiso dar a los Discípulos cuando los sentó a su Mesa y aquí repiten:
“El que trate de reformarlas, no puede
sentarse a mi Mesa”.
Desperté, oí:
Todo el Mensaje ha sido diciendo, para
que sirva de Enseñanza, que las Palabras que Dios dice, que son éstas, la
reforma puede tener castigo.
Cuando recuerdas la Presencia de Dios,
Maestro para sus Discípulos, ya pisas los impedimentos que te pongan.
No se puede olvidar aquel salón tan
grande, con visión antigua, y los Discípulos sentados a la mesa, esperando al
Maestro.
Todos se pusieron de pie y con gran
alegría dijeron:
“Maestro, si al que quiera reformar tus
Palabras le damos la espalda, ¿Tú no te enfadas?”.
“Pues si no Te enfadas, yo enseñaré
muchas Palabras que de tu Enseñanza tengo aprendidas”.
***
Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C3
Es muy delicado lo que aquí se trata, es mejor que llegue la muerte del cuerpo y llegar a la vida que no se acaba que hacer ese pecado, cambiarle a Dios su Enseñanza.
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