En Sueño Profético hablaban de los días, de los meses, de los años,
de los siglos, de la vida al nacer, de la muerte de los niños y los hombres.
Para Dios, la muerte de los niños
no es muerte, porque entran en la Gloria con presencia de ángeles. Éstos no
hicieron pecado.
Dijo uno:
Si los niños crecieran sin oír ni
ver el pecado, llegarían a hombres como Dios tiene mandado: con espíritu
limpio. Luego, ya, con el Permitir de Dios, harían la vida queriendo dar
ejemplo de Discípulos de Dios o queriendo retirar de Dios. Pero de niño, el
crecimiento tiene que ser odiando el pecado como gran peligro. Que si esto así
se hace, no es como el pecado enseñarlo. Que esto se puede comprobar en los
sitios de enseñanza con el nombre de párvulos. Estos niños aprenden las
palabras, pero los sentidos no entienden. Entienden cuando pasan de niños a
hombres. Pero ya viven pecado, como los animales, sin esconderse, porque lo ven
normal aunque sean hombres. Igual que comen masticando, y con cuchara cuando
sea comida floja con caldo, pues lo mismo de normal ven el pecado.
Desperté, oí:
Hablaban de los niños, poniendo
de defensa su inocencia.
También hablaban de la muerte.
Decían palabras que hacían
pensar, como estas que aquí dictan:
La muerte hay que esperarla como
el día espera la noche: sabiendo que llegará y que nadie la puede detener.
También los años hay quien los
olvida y hace de payaso, porque quieren hacer con 70 lo que hacían con 15 años.
Coge la vida sin engaños, que el
engaño no es de Dios, es del adelanto.
El cuerpo siempre es el mismo:
dos piernas y dos brazos, una cabeza y una cara. Que si mides las distancias no
ves dos caras iguales.
La maquinaría del cuerpo funciona
como la del primer hombre que pisó la Tierra.
Si la muerte no la puedes evitar
ni puedes saber su fecha, sigue el Camino de Dios con las Palabras que dejó
escritas cuando bajó a la Tierra.
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Libro 47 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VI - C2
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