Quedé
dormida pidiendo a Dios abundancia de lo que Él es Dueño, y le pedía con tantas
ganas que me veía arrepentimiento.
En Sueño Profético
decían:
Tu
pedir es defendiendo al Dueño de todo; y el hombre, despreciando la Palabra del
Dueño de todo de lo que el hombre se cree dueño.
Dijo uno:
Es
sufrimiento si sigues el camino del que Dios elige, y la vida que lleva siempre
repitiendo para que el hombre no dude de que hay Gloria y hay Infierno. Que los
niños son los únicos que Dios, de la Tierra, cuando muere su cuerpo, vienen a
la Gloria. Pero cuando son ya hombres tienen ellos que quererlo, que este
querer te lo van diciendo aceptando todo lo que Dios dejó dicho cuando vivió
con Cuerpo.
Es
duro caminar, ver tantas riquezas y despreciar al que las deja por ser Dueño de
ellas. Que esto, al que manda con sus Palabras, no le extraña cuando piensa:
“Si a Él le negaron casa para su Nacimiento, ¿cómo extrañar que a sus Palabras
cierren las puertas los que pueden cundir esto por el mundo entero?”.
Desperté, oí:
Todo el pensar que te viene es poco
para
el Amor que a Dios Le tienes.
Unas veces es pensar tranquilo.
Otras veces es pensar,
sin
querer, de fiera.
¡Ver que Dios busca al hombre,
y
el hombre cerrando puertas!
Y no Lo matan otra vez
porque
Cuerpo no presenta.
Su Presencia la tiene
todo el que crea en su Existencia y Lo ame.
Éste,
ya Lo ve de mil maneras.
¡Que pesada y triste tiene que ser la vida
del que no vea Presencia de Dios
donde
eche la vista!
¡Y qué remordimiento
le entrará tan grande
al que se vea morir y deje capital
que a Dios Le negó
para
cundir esto a la Humanidad!.
El empiezo del Mensaje
ha sido dictado Aquí.
***
Libro 32 - La Palabra del Creador - Tomo III - C8
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