¡Qué Bueno eres, Señor!

En Sueño Profético se oía la Voz de Dios Hijo con estas Palabras:

“Publica todo lo que baja del Cielo, que es donde está el Reino de mi Padre y Yo vivo con Cuerpo”.

“Si el hombre creyera estas Palabras, que son las que dejé en la Tierra para la Salvación del espíritu, no tendrían al Lugar que yo cojo, tantos años en desprecio”.

“El creer hace amar. Y el “no creer” no puede entrar en mi Reino”.

“La Tierra tiene que saber lo que mi Padre dice en Mí, en su Reino”.

“Cuando Yo elijo un Lugar, no puede quedar en silencio”.

Terminaron estas Palabras y se vio el campo, y uno dijo:

“En este monte, yo oí al Maestro –que es el mismo que se ha oído, Dios Hijo:

“El que oiga mis Palabras, que piense que no son para él, que son para que pueblos y aldeas oigan de vosotros lo que vosotros estáis oyendo de Mí”.

Al oír estas Palabras, ya no podía callar el que creía que era Dios Hombre.

Desperté, oí:

Ha sido la Voz de Dios Hijo la que ha dicho las Palabras que se han dictado en el arrobo.

No hay saber en la Tierra que pueda dar el sonido a las Palabras que de Dios se oyen.

No quisieras, al despertar, haberte despertado, creyendo que en el Sueño podría Dios seguir hablando.

¡Qué seguridad te da el oír el Mando de que todo lo que Dios dice en su Gloria hay que publicarlo!

Si Dios aquí no diera fuerzas, el cuerpo se habría cansado.

Cansado por el desprecio que el hombre a Esto le está dando.

No hay sufrir que se pueda comparar con el que tiene el que Dios le da sus Palabras y tiene, para decirlas, que limosnear.

Pero en este sufrimiento más se ve la Verdad.

¡Qué Bueno eres, Señor –se oía al final–, que siendo el Dueño de todo, el hombre quiere en Ti mandar!

¡Qué Bueno eres, Señor, que el castigo no lo das!

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Libro 54 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VII - C1