En Sueño Profético hablaba sin verme, y decía:
Señor, que Tú vives como vives,
esto nadie lo cree. ¡Bueno…, casi nadie!
Contestó uno:
Yo era amigo de uno que su nombre
era Timoteo. Éste vivía de las miserias que otros tiraban. Yo, que era su único
amigo, menos tenía aun que él, pues tenía a mi padre enfermo y a dos hermanos
que mantener. Él no tenía familia para dar ni para recoger. Había días que
íbamos con los sacos llenos, y él, como estaba solo, metía la mano en su saco y
todo lo mejor lo echaba en el mío. Decía: “esto, para tus hermanos; y esto ya
es de tu padre”. Estos hermanos eran menores, y mientras yo salía, ellos
cuidaban a mi padre. Mi padre no comía lo que yo llevaba hasta que mis hermanos
decían:
–Padre, ya hemos comido nosotros, y nos queda para luego.
–Traed que vea los platos.
Y si los veía medios, decía:
–¡Qué bueno es Timoteo! Yo pido a Dios que le dé antes que a mí, a él
primero. Yo no sé lo que yo haría. ¡Él ya sabemos que es bueno!
Unas mañana temprano se presentó
Timoteo. Iba con risa en los labios y un poco descontento:
–¡Abrid la puerta! ¡Deprisa…! y mirad lo que aquí traigo. Me he quedado bien
dormido, y esto me ha despertado: un ruido en la puerta, y la tranca habían
quitado.
No podía poner el pie porque no
tenía lado. Empezó a sacar de allí, de un mulo que le habían prestado, casi
medio cerdo, pero éste ya curado; una talega de alubias y otra llena de
garbanzos; una cántara con leche, y una cabrilla y un borrego iban balando.
Dijo este gran Timoteo:
–Esto, Dios me lo ha mandado, y como estaba dormido, la tranca me ha
despertado.
Se acercó a mi padre y los dos se
abrazaron:
–¿Te has quedado con algo tú, o lo traes todo intacto?
–¡Claro, si esto no es mío, si esto es porque tú estás rezando!
Desperté, oí:
Con todo lo que aquí vieron,
a Timoteo no creyeron.
Pero como era Dios
el que la casa llenó,
todos tenían que ver
que antes de que se terminara,
el mulo a la casa llegaba.
Y llegaba diciendo igual:
“la tranca oigo que la quitan
y me llenan el zaguán”.
Todos decían:
“¿tú no ves que a Timoteo,
Dios le envía el sustento?”.
Ya no lo veían en las calles
recogiendo las miserias,
que éstas no eran de nadie.
El bueno del padre y Timoteo
hoy están Aquí en el Cielo.
***
Libro 14 - Dios Manda En Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C5
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