jueves, 28 de marzo de 2024

El monte

En Sueño Profético se vio un monte y mu­chos hombres lo cubrían con sus cuerpos de pie. Ya se oye la Voz de Dios Hijo con estas Pa­labras:

“En este monte oyeron mis Palabras todos los que se están viendo. Mis Palabras oían, pero mi Padre en Mí las decía. Hoy las digo Yo, y las oyen en el que Yo elijo.”

Quedó silencio, y dijo un Discípulo con Mando de Dios:

De todos los que se han visto, pocos Lo siguie­ron hasta su Resurrección. Dios nos da Mando para que se diga que de doce que eligió, tuvo que dejar once. Doce sentó en su mesa y, antes de sentarse, ya sabía el mal que iba a Hacerle. Pero Dios lo dejó, para que todos vieran el da­ño que Le iba a hacer.

Estando en la cena, éstas fueron las primeras Palabras que dijo el Maestro:

que alguno de vosotros Me hará trai­ción, pero mi Padre quiere que veáis mi Resurrección. Y ya quedará para siempre que soy Dios Hijo, enviado por Dios Pa­dre. Verán el madero sin mi Cuerpo, y mi Cuerpo sin heridas, y mis Pies y mis Ma­nos sin clavos. También mi Cabeza despe­dirá las heridas de los pinchos de la coro­na. La fosa la veréis vacía, pero pensad que Yo estoy con vosotros, los once. Y mi Padre mandará mi Espíritu cuando Yo es­té con Cuerpo, como ahora Me estáis vien­do, con Él en la Gloria. Que es el Reino de mi Padre, donde existe la Gloria para el que la quiera, cuando entierren su cuer­po. Que su cuerpo es el que busca Gloria o Infierno”.

Desperté, oí:

En este Mensaje se ha oído la Palabra de Dios por el mismo Dios dicha.

Se vio el monte con algunos olivos y muchos hombres que al Maestro seguían.

Nosotros, sus Discípulos, sus Palabras las co­gíamos con alegría y sufrimiento.

Alegría de ver que con Él nos íbamos.

Y sufrimiento cuando nos decía lo que ya te­nían preparado para darle muerte de crucifi­xión.

Él todo lo sabía, hasta lo que Judas Le iba a hacer.

Pero lo sentó en su mesa para que viéramos su Permitir.

Este Mensaje hace pensar lo poco que el hom­bre quiere a Dios.

Entonces tenía más disculpa que hoy el que sólo acudieran once. ¡Con tantos adelantos y tantos estudios que hoy tienen para investigar esta Divina Verdad!

La publicidad de este Caso, de todas las mane­ras, que sea cada día mayor.

Que este Escándalo lo pide Dios.

Santiago, un Discípulo de Dios

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Libro 54 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VII - C8

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