viernes, 15 de marzo de 2024

La mentira, la verdad y la razón

En Sueño Profético decían:

Se van a decir escenas y Palabras que Dios Hombre dijo a los Discípulos y oyó el que Lo seguía.

Apareció un monte y unos hombres lo subían. Se oían hablar deprisa, y el movimiento de andar, contento.

Ya se oyó a uno que el contento rompió el silencio del nombre, de oír Maestro:

    –Yo quisiera llegar antes que el Maestro, porque yo sufro cuando Él espera o veo que pocos suben el cerro. Y ya, cuando me cuenta Santiago que en la casa que entró no inclinaron su cabeza y rodillas, le digo: “Santiago, no digas que me estoy alterando. Yo pienso, cuando detengo el pensar, que ¿cómo puede vivir el que desprecio haya dado al Maestro, cuando a su casa fue a verlo para dejarle Pisadas que las pusieron sus Pies, que luego él las pisaba? Yo creo que al poner los pies donde Él los haya puesto, ya su Reino no lo pierdes”.

Ya sigue el que iba junto a él:

    –Cuando llegamos al sitio, en este mismo momento estaba ya el Maestro con sus Discípulos y un grupo de gente. Levantó la Voz y el Brazo y le dijo a uno de sus Discípulos:

   –Ve allí y tráete a tu lado a aquel hombre que está sufriendo porque cree que debe el hombre estar esperándome a Mí y no Yo estar al hombre esperando.

El Discípulo fue a por él, pero poco tiempo estuvo a su lado, porque el Maestro, con la Mirada lo llamó, y cuando estaba delante le dijo:

    Sé donde vives, pero quiero que tú Me digas cuándo quieres que vaya a tu casa. Sé que tú siempre lo has pensado, pero no lo has pedido. Hoy ya será tarde para tu mujer y tus hijos.

Desperté, oí:

Allí en el monte estaba la familia, y corrieron, al oír al Maestro, a ponerse de rodillas.

Al día siguiente, el Maestro entraba por su casa, y ya estaba preparada para que entrara a Oírlo el que se enterara y quisiera Verlo.

Quitó muebles de una habitación, que era la más grande que tenía, y puso sillas que fue pidiendo a los vecinos.

No eran para sentarse, eran para poner a los chiquillos delante.

Unos, subidos en ellas; y otros, sentados; y los mayores, detrás cuidándolos.

Cuando entró dijo estas Palabras:

    –Hay quien tiene sillas y las esconde para que no acudan a donde Yo estoy.

    A ti, con haberlas buscado, ya te doy Poder de mi Gloria y verán en ti prodigios y fuerzas para perseguir al pecado.

Santiago era el que le contaba cómo el hombre trataba al Maestro.

Ya, a él se le ponían las ganas: ¡Si yo en mi casa Lo viera entrar...!

Y pronto las desechaba: ¿Quién soy yo para que Él pise mi casa?

Esto es creer en Dios y dar precio a sus Palabras, que sirven de Salvación.

Siempre quedará al descubierto la mentira, la verdad y la razón.

***

Libro 28 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo V - C8

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