jueves, 23 de enero de 2025

La Tierra te persigue y te engaña

En Sueño Profético decían:

Debería el hombre llevar una insignia con un ciprés y una lápida. Y sería gran recordatoria para pensar en la muerte, sin que muerte te nombraran.       

Despreciarías la avaricia y corregirías tus faltas. Ni leyes ni guardianes harían ya falta.

El hombre no se reforma porque no piensa en el final de su cuerpo, que irá a esta casa: tierra o ladrillo, y, por puerta, lápida.

Esto para el cuerpo. Para el espíritu está Prójimo y Cielo.

En el Prójimo, Dios te espera. Y en el Cielo está su Reino.

Esto te hace pensar que Dios es presente en la Tierra y en el Cielo. Que siguiendo su Camino –tu Vivienda después de dejar tu cuerpo en aquella casa triste–, tu espíritu oye alabanzas a Dios Padre y a Dios Hijo, hace ruegos para que el hombre no peque y la Paz reine en el mundo. Esto, si has seguido su Camino, lo vive el espíritu, pero Eterno, como todos los que tuvieron cuerpo, que su espíritu se vino a la Llamada de Dios, y el cuerpo, en el cementerio quedó. Por eso, ciprés y lápida, te recuerdan cementerio, sitio en el que queda lo sucio porque no viene al Cielo.

 

Desperté, oí:

 

Al hombre le hace falta

que se pare en el Camino

que cree que nunca acaba.

Que piense que la muerte

es sorda y sin habla.

Si la ofenden, no contesta,

y nadie ve la llegada,

aunque la salud la veas

en palacio,

en gente joven y adinerada.

La Tierra hereda aquello

que no sirve para nada.

La Tierra te hace que pienses

que tienes la vida larga.

Te pone hambre en los ojos,

para que desees

lo que Aquí no hace falta.

Llénate la inteligencia

de todo lo que Dios manda,

y ya enseñarás al Prójimo

que la Tierra

te persigue y te engaña.

***

Libro 22 - Investigaciones a la Verdad - Tomo III - C7

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