En Sueño Profético decían:
Piensa más en Dios el que pecó y ya no peca, que el
que se cree que nunca pecó.
Dijo uno:
Esto lo vi yo cuando en mi vida de materia un
licenciado en derecho era amigo mío y era un hombre justo, era un hombre bueno,
tal vez un poco tibio. Éste, un día, me presentó a Agustín de Mónica, cuando ya
estaba retirado del pecado, pues con éste tenía buen trato y siempre que nos
juntábamos su tema era Agustín. Tanto me hablaba de él que lo conocí y mi trato
y amistad no dejé. Este hombre tenía algo que nos faltaba a mi amigo y a mí
también. Era ansiedad de hacer algo por Dios, de reconocer: “Lo hice mal y
tengo que pagar, mientras viva, a Dios con bien”.
Este hombre siempre estaba con el nombre de Dios
dentro de su mismo cuerpo. Cuando no le oías: “Este Dios que su Perdón me
siento dentro”, lo veías Nombrarlo en acción, en buscar a los perdidos de Dios,
en poner ejemplos que él había vivido.
Ya, mi amigo y yo tuvimos que decir, cuando más gente había oyéndolo, esta frase: “Piensa más en Dios el que pecó y ya no peca, que el que se cree que nunca pecó”.
Desperté, oí:
¡Qué palabras tan sencillas y qué poco escritas están!
Que cuando las lea el hombre las tiene que meditar.
Tal vez si el licenciado ni yo hubiéramos conocido a
Agustín hoy no dictamos en Gloria.
El licenciado era justo y cumplidor en la Tierra, pero
a Dios tenía lejos.
Decía “yo no hago mal y a días que de Dios no me
acuerdo”.
Agustín fue pecador y a muchos metió en el Cielo.
El nombre de Dios se oía en sus labios o en sus
hechos.
***
Libro 72 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo VII
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