En Sueño Profético vi un camino duro con impedimentos del hombre, era trabajoso. Ya que anduve un tramo vi tres coronas, de las tres una era de espinas y las otras dos eran de rosas, una con las rosas frescas y la otra con las rosas marchitas. Cogí la de espinas, sin notar el daño que los pinchos me hacían, y uno dijo:
- Esa es la que Dios convierte en rosas eternas, que son las que Dios manda desde la Gloria al que sigue su Camino. La suya también fue de pinchos.
Desperté, oí:
El que no se entrega a Dios pasa el camino duro sin la ayuda que le dé Dios.
Y la corona de espinas cuando Él ve que tú la quieres, lo mismo que Él la llevó, ya los pinchos no te pinchan.
Es el hombre el que manda hacer coronas de espinas sin pensar que luego Dios pone rosas y ya no pinchan.
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Libro 67 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo VII
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