En Sueño Profético vi a una mujer de rodillas y a dos niños a su lado. Con un pañuelo se enjugaba sus lágrimas.
Y dijo uno:
Esta misma estampa la vi yo cuando viví con materia: Yendo un día temprano montado en mi burro, a la orilla del camino vi lo ya dictado. Paré por conmoverme más de los niños que de la madre, que después ella con sollozos me explicaba. Éstas fueron mis primeras palabras:
–¿Puedo servirle de ayuda sin molestarle? Si no puede decirme de dónde vienen sus lágrimas, no me lo diga. Tan sólo quiero ayudarle.
–Monte a mis hijos en la bestia con usted, y ya yo le iré contando.
Voy a aquel caserío,
que ya he encontrado trabajo
y me admiten con mis hijos
hasta pasar el verano.
Pero mis lágrimas son
por el que nos ha abandonado:
es el padre de mis hijos
con el que estoy casada.
Pero mi sufrir es
porque él hace vida mala.
En esta noche pasada,
no sé si ha sido sueño
o que estaba desvelada,
he visto un coro de ángeles
que al lado de mis hijos cantaban:
“Vuestro padre ya vendrá,
Dios ve lo que hace la madre”.
Y es que todas las noches,
cuando mis hijos duermen,
en el rezo llamo al padre,
para que por ellos venga
y yo ya viva “pa” cuidarles.
En estas lágrimas le he dicho
la verdad del Evangelio.
Y continuó con sollozos.
Desperté, oí:
Esta mujer te demuestra
lo que es vivir con Dios.
De esta mujer ya vio el hombre,
en la estampa, la oración.
No le dio tiempo a pensar,
como hombre, en el pecado.
No le dio tiempo a pensar,
porque a Dios Lo vio a su lado.
Ella se veía poder
“pa” quitarlo del pecado
y con sus hijos volver.
Con esto, en silencio,
terminaba la oración:
¡Dios mío!, si lo quitas de pecar,
yo se lo doy a mis hijos,
lo que Tú me diste ya.
***
Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C3
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