jueves, 19 de enero de 2023

Él nos manda y Él nos guía

En Sueño Profético decían:

A más le sirvas a Dios, peor trato te dará el hombre. Pero Dios hará que piensen, aunque no quieran verte diferente a todos los hombres, y ya no te importará el trato porque tú esto lo sientes.

Dijo uno:

Dios Hombre nos mandaba y el hombre no quería que hiciéramos servicio a Dios, que era aquel Hombre que bajó en Palabra y se hizo Hombre. Su Palabra era Poder para crear sin el hombre. Pues esto lo sabía el hombre y le molestaba que a Él le sirviéramos. A nosotros, los Discípulos, nos entristecía el trato cuando no era de alabanza al que nos mandaba. Cuando antes de ofrecernos asiento oíamos el nombre del Maestro, ya entraba en nuestro cuerpo calor y las palabras con fuego salían. Pero esto le agradaba a pocos. Pero Dios hacía que el que no creía en nosotros, a Él lo viera. Y muchos nos hacían esta pregunta:

   —¿Vosotros sois alguno Jesús de Nazaret, ese que hace andar al los tullidos y perdona a los pecadores?

Pronto oían:

   —Ése es nuestro Maestro, pero es Dios, pese a la maldad del hombre que Lo condena por ser Dios y prometer un Reino que no es de este mundo. Por eso no nos quieren a los que Lo seguimos. Pero nosotros daremos nuestro cuerpo antes de no hacer su Mando, que ya viene del Cielo y que en Él lo dice el Padre.

Desperté, oí:

No decían la vida porque la vida era del Maestro y sabían que el hombre allí no tenía mando.

Pues aunque al cuerpo Él también lo mandaba, éste no era eterno. Y a los Discípulos no les interesaba el cuerpo.

Éste sólo les interesaba para servir al Maestro.

Los hombres decían que no era Dios, y algo siempre a los Discípulos les notaban para algo preguntarles.

Todo el que Le sirve, a Dios algo tienen que notarle.

En paciencia, en Amor en el servicio que hace. Que va quitando obstáculos porque Dios ya va delante.

Los Discípulos, su contento y su mayor alegría era cuando preguntaban si al Maestro conocían.

Ninguno callaba esto: “Él nos manda y Él nos guía”.

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Libro 74 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IX - C5

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