En Sueño Profético decían:
No hay alegría mayor que estar al lado de
este Elegido de Dios y oír las Palabras que dice en su Gloria. Los que le
esperan con enfermedad, saben que Dios, a este Elegido, le da poder para que
consuele al enfermo, levante al caído y, también, para pedir y repartir para
que no se muera el hambriento. Ésta es la vida que pueden ver que hace el
Elegido, ya durante tanto tiempo.
Quedé como dormida, pero viendo y oyendo
esto que mandan que quede escrito:
Se vio una luz grande, que los brillos tapaban
el sitio donde estaba el Elegido dormido. Desapareció la luz y se vio el campo,
y venían unos, con cuerpo de cuando vivía el Maestro, se apartaron y se vio a
Dios Hijo, con su Túnica y su Manto. Estas fueron sus primeras palabras:
“Ten siempre mi Presencia, aunque no la
verás como ahora la estás viendo, porque Yo estoy en los que mi Mando cumplen.
Si mi Mando te faltara, ya las fuerzas mi Padre no las mandaba”.
Desperté, oí:
Pon alegrías recordando las Palabras y
Visión que Dios pone delante del Elegido.
El oír las palabras que dice, el mismo
Dios, el que las tiene, no sabe cómo van a terminar.
Los que están aquí unidos están contentos
al Mando que el Elegido les da.
Faltan alegrías, que son éstas:
El ver a la carne que Dios me unió, en su
despacho, como cuando copiaba los Mensajes, y decía estas palabras:
“Ana cuídate, cuídate, que tu cuerpo le
hace falta a tu espíritu para hacer, en el Prójimo, esta Enseñanza”.
***
Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C8
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