En Sueño Profético decían:
Dios busca al que quiere su Camino y echa de su Camino
al que quiere reformarlo.
Dios perdona sin que haya habido diálogo, porque cuando tú pienses “Dios mío” ya te tiene el perdón mandado.
Si el hombre pensara en Dios se acabarían los pecados.
Si el hombre mirara al Cielo y pensara en este cambio:
“Si tú aceptas mi Amor, Yo te doy mi Reino. Si tú quieres mi Camino, Yo en
mi Camino te espero”, se acabarían los pecados. Esto es lo que sentiría
aquel que mirara al Cielo dejando tiempo olvidado del olvido que le tuvo a este
Cielo.
Dijo uno:
Hay más pecadores grandes que perdón a Dios le
pidieron, que pecadores que pecados chicos creen que hicieron y los amontonaron
y la Gloria perdieron. Pues decían que pecado chico era vivir sin querer a Dios
y sin cumplir sus Leyes. El que vive este pensar peca y a Dios lo tiene en
desprecio, que este pecado sube por encima del pecado que el pecado te hizo
hacerlo.
Esto lo decía Agustín de Mónica, que era un gran decano de enseñar a dejar de pecar. A él le daba más lástima del que pecaba y decía “¿por qué pequé?” o “¿por qué estaré pecando?”, que del que no amaba a Dios y no hacía pecado de escándalo, que a éste lo veían abrazando al pecado y nunca pedía el perdón, ni sería perdonado. A éstos les hablaba con desprecio y empleaba poco rato.
Desperté, oí:
Agustín iba detrás de los que habían pecado o de los
que estaban en el pecado metidos.
Les ofrecía su amistad, y decían arrepentidos:
–
Agustín, ¿me quieres enseñar a ponerme en el camino para que me pueda perdonar
el que tanto he ofendido?
Esta era su contestación:
– Pide
tú el perdón y yo mientras, en silencio, ruego para que oiga tu voz.
Esto se lo decía Agustín al gran pecador.
Pero el que hacía más pecados para darle desprecio a
Dios no miraba al Cielo.
Ni lo llevaba al empiezo del Camino, ni Dios salía a
su encuentro.
Es perdonado antes el que cree a Dios ofender.
El que no ama piensa: “¿Por qué hay que querer a
Dios?”
Esto es grave pecado, tan grave que no tiene remedio,
porque Dios perdona al hombre, pero no obliga a que Lo quieran.
***
Libro 72 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo VII
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