En Sueño Profético
hablaban de la Paz. Decían:
La Paz es de Dios. La Paz no vive sólo en lo grande. La Paz
empieza por lo chico, y va creciendo hasta dominar lo grande. La Paz es mecha
que pones, que tu Amor la va cuidando y procura que no se apague. Cuando ya se
prende el fuego de la mecha que cuidaste, ese fuego no se apaga, porque Paz ya
va delante. Va la Paz y detrás fuego, como el polvo y el caminante, que
mientras ande camino, polvo quedará mirándole.
Dijo uno:
Si la Paz de Dios se comprara y la Paz de Dios se vendiera,
muchos habría para comprarla y pocos que la vendieran, porque el que tuviera la
Paz, pediría lo que no hubiera.
No hay cosa de más precio, que la Paz de Dios. Esto, al que
la practicara y quisiera enseñar a vivirla, debería el hombre ponerle un
nombre, debería darle una cátedra. Éste es el empiezo de la primera Enseñanza
de espíritu y materia. Dios Hombre y Maestro, éstas eran sus Palabras cuando se
presentaba a los hombres dando su Enseñanza:
“Si os falta Paz, no decid mi Nombre, porque Yo allí no estaré. Yo llego cuando la Paz llegue, porque la Paz es mi Nombre”.
Desperté, oí:
¡Qué Palabra más grandiosa
y qué poco conocida!
Si la practicara el hombre,
fijo a Dios conocería.
Fue la Noche de la Paz,
el Nacimiento de Dios.
Bajó del Cielo a la Tierra
para quitar el rencor
y que el Amor los uniera.
Cuando se fue de la Tierra,
lo último recordó:
“Mi Paz os doy. Mi
Paz os dejo”.
El que no viva la Paz,
no vive el Evangelio.
***
Libro 13 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo II - C6
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