domingo, 16 de abril de 2023

El mesón

En Sueño Profético hablaban de la Enseñanza de Dios Hombre, de sus duras Palabras, que a veces salían fuertes y otras veces eran duras y su Amor te llevaba a su Enseñanza. Todo era dejar dicho para cuando ya faltara, para que quedara escrito por los que habían vivido con Él, los que Lo habían seguido no a contra mano, los que no tenían duda de que era Dios del Cielo.

Dijo uno:

Un día estábamos en un mesón tres de sus Discípulos, yo y un amigo mío, sentados en el poyo que cobijaba la lumbre. Esperábamos que el Maestro llegara, porque así lo tenía avisado a los dueños del mesón, a los que les unía tal amistad con dos de sus Discípulos, que muchos caminantes les tenían por dueños. Llegó el Maestro, y unos que habían llegado montados en unas yeguas que eran conocidos como grandes tratantes de ganado y que manejaban cantidad de dinero, le dicen, al Verlo, a sus Discípulos:

Cuántas entradas le ven a tu Maestro en este mesón. Y el que está en la entrada del pueblo lo lleva tiempo esperando y siempre está con falta de tiempo. ¿Es que tenéis alguno parte del mesón?

Esta pregunta fue al Discípulo, y contesta el Maestro acercándose:

   Yo tengo parte en todo lo de la Tierra, por ser Dueño de todo. Soy Yo el que os doy la parte. Pero donde miran a Dios Hijo sin obediencia, como a cualquier caminante, no deja en Mí mi Padre que hablen de la amistad del Maestro.

Estaba el mesonero y un corro que habían hecho grande, todos para oír su Voz. Dijo el mesonero:

   Maestro, cuánto sufro cuando llegan caminantes y les oigo decir “al Maestro lo conocí hace tiempo”, o “no quiero conocerlo, creo que viene a este mesón”. Yo, de diez cosas que piden, a nueve les digo que no hay, y la que les pongo es mala, que estaba para tirar. Pero ya estoy cambiado y quiero que me perdones, porque debo de negarme a todo el que no Te quiere.

Y tirando de aquella silla grande y pesada, se sentó con los codos en la mesa como queriendo remediar el mal que él creyó haber hecho.

Desperté, oí:

¡Qué respuestas y qué Palabras se oyen en aquel mesón!

El Maestro allí acampaba y daba buena Enseñanza.

En el que dieron las quejas los mesoneros abrazaban al que hacía buenas cuentas.

Las veces que entró el Maestro, por algunos que allí acudían por oírlo y por verlo, ellos seguían atendiendo agradables al que a Él no lo quería.

Esto se cundió y se hicieron dos bandos.

Obediencia en un mesón, aprendiendo y respetando por creer que era Dios.

El otro mesón quedó apartado por la Mano del Maestro, que era Dios.

***

Libro 74 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IX - C1

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