miércoles, 7 de agosto de 2024

El herrero

En Sueño Profético hablaban de Dios Hijo cuando vivió de Hombre con el hombre. Decían:

El hombre que ama a Dios no puede vivir tranquilo si se entera de que Dios está en un Lugar hablando.

Esto que voy a dictar –con el Mando de Dios–, me pasó a mí cuando yo oí hablar del Maestro, que era como le decían sus Discípulos:

Yo había oído hablar de Él, pero a gente que hablaba de Él sin Amor. Pero mi falta de tiempo hacía que no pudiera Seguirlo.

Ya, una mañana en la que el sueño se había negado aquella noche, me levanté dispuesto a ir por el sitio donde me habían dicho que pasaba el Maestro. ¡Que el pensar en esto era lo que me había quitado el sueño!

Lo que me ocurrió fue el mejor regalo de mi vida:

Estando en una esquina esperando con mucha gente al Maestro, empezaron con voz alta a decir: “¡Ya viene el Maestro!”. Unos quedaron quietos y otros salieron a su encuentro. Entre los que salieron iba yo, pero como asustado, por creer que no merecía que me diera la mano. Salió el Maestro del grupo y me dijo estas Palabras:

“Vente con mis Discípulos, que tú no has tenido la culpa de haber oído hablar de Mí y no venir a mi encuentro. La culpa la tienen los que me conocen y hablan de Mí con duda y sin Amor a mi Padre, que es el que habla en Mí. Tu Amor Me ha buscado y sé que no callarás mi Existencia, porque Yo haré que dobles el Amor que sientes”.

“Éstos son los que Me sirven para cundir que Yo soy Dios Hijo, enviado por mi Padre para que el que quiera mi Reino siga mis Pasos”.

Desperté, oí:

Si amas a Dios, buscas donde te digan: “Dios está allí hablando”.

Pero si no amas, hablas sin Amor y retiras al que podría amar.

Este que ha dictado el Mensaje, tenía una fragua y gente trabajando.

Tiempo no tenía, y la familia no creía que el Maestro era Dios Hombre.

Veinticuatro años tenía, y a la vez del martillo el nombre del Maestro se oía.

Y estas Palabras:

“Maestro, yo creo y amo, pero dime qué hago para seguirte”.

La fragua veía poco al dueño, y su familia lo miraba con desprecio.

Pero a pesar de ir poco, más se ganaba en la fragua. Y se cundió por el pueblo que en la fragua algo pasaba.

Iba gente buena y enferma.

Y los encargos los pedían desde la puerta, de la gente que acudía.

Este herrero moldeo la dureza de su casa y a medio pueblo llevó a oír el sermón que Dios Hombre hablaba.

Se oía más hablar de Dios, que martillazos en la fragua.

***

Libro 54 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VII - C2

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