En Sueño Profético hablaban
de leer lo que al Elegido mandan que escriba y luego oír al Elegido contar lo
que ha escrito. Aquí ven que ha sido Dictado que viene de otro Mando, que es
Dios. Estos Escritos jamás serán superados, por ser Palabra de Dios.
Dijo uno:
Luego, oyes
al Elegido explicando lo que no puede escribir, no porque le hayan mandado que
escriba y guarde los escritos, es por sentir que es para palabras pero no para
Libros. Aunque los Libros leas, te faltará oír respuestas que no dan los
Libros. Te faltará, como decían los Discípulos, “Maestro, y luego a quién
preguntamos”. Y Él contestaba: “Yo tengo
que irme, pero mi Espíritu mando, que soy Yo mismo”.
Esto ellos
oían y lo daban por fijo, pero ya no era Cuerpo, ya era Espíritu. Ya no podían
decir: “allí viene el Maestro”. Ya leerían: “cuando vino el Maestro…”. Ya
hablarían de Él y de lo que aprendieron, pero no era igual que oír al Maestro.
Ya no habría riña por haber hecho aquello por lo que siempre era la riña, para
que pudiéramos defendernos del que iba a su contra y quería que desmintiéramos
al Maestro, bien de palabras o bien con hechos.
Todo el
sentir que sentíamos, en los Libros no lo pusieron. Quedó la gran Enseñanza con
el nombre de Evangelio. Pero las respuestas y el sentir el eco de su Voz, esto
tenías tú que oírlo.
Desperté, oí:
Del que tiene
contacto con Dios en esta medida, si lo oyes, haces un libro.
Un libro de
su sentir, que nadie puede explicarlo.
Porque tan
sólo con un sentir acabas libro llenando.
¿Cómo
escribir los Discípulos todo lo que ellos contaron, preguntas y reacciones que
en los Hechos les pasaron?
A veces se
reunían cuando se iban del lado del Maestro, porque Él los repartía.
¡Qué cosa me
entró en el cuerpo cuando vi que Él lo sabía!
Otras veces,
al regreso, era hablar de su Figura, de la sensación que dio, a unos en llanto,
a otros en risa, que esto era peor porque el llanto les venía pidiéndole el Perdón.
Todo puedes
escribirlo y entendido quedará, pero el sentir que tú sientas es pregunta y
contestar.
En el sentir
que queda escrito, la pregunta y la respuesta tú te la tienes que dar.
Y a veces,
sin tú quererlo, mal te la tendrás que dar.
Porque el
sentir, la alegría y el dolor es tuyo ese explicar.
***
Libro 74 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IX - C5
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