En Sueño
Profético hablaban del recuerdo que el hombre le tiene a la carne muerta, y el
olvido al espíritu vivo.
Si amas a Dios
es porque crees en la Gloria, y ya vives espíritu y recuerdas la carne muerta y
sientes compañía de aquel ser querido. Si recuerdas la carne y el espíritu lo
tienes en olvido, es figura de cartón que por un tiempo ha servido. Esto no es
amar a lo que Dios ha querido. Ha querido de querer, y luego ha querido que el
espíritu esté con Él, porque antes suyo ha sido.
Dijo uno:
¡Qué pocos
saben del espíritu! ¡Qué pocos saben de la muerte! De cómo hay que recibirla
cuando Dios muerte la quiere. ¡Qué pocos pagan el querer con recuerdo cuando ya
carne no ven! Lo mismo que creen que han querido, es después el aborrecer. Es
miedo y odio de no querer nunca ver lo que él tuvo, en cariño o en las
costumbres que vivió con él. Luego creen que lo recuerdan más, queriendo huir
de aquellos sitios y haciendo sus vidas al revés.
El que cree y
ama a Dios, siempre tiene en su mente una carne que murió y una vida que no ha
muerto porque vive ya con Dios.
Desperté, oí:
Estas son las
enseñanzas que el hombre desconoce.
Hablan de la
carne muerta y el espíritu no lo sienten.
No lo sienten
porque falta la enseñanza de que no está muerto.
¡Cuántos adoran
la sepultura, olvidando que no está muerto!
Todo el que ama
a Dios, da primero su recuerdo a lo que nadie enterró.
Si vives amando
al Cielo, sientes contacto de Dios y Él ya te da presencia de lo que vive con
Dios.
***
Libro 83 - Te Habla El Profeta - Tomo XI - C1
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