En Sueño Profético hablaban de los grados del Elegido. Decían:
La Enseñanza que ella ya tiene, supera todos los libros que el hombre tenga hechos de vidas de Elegidos. Esta Enseñanza es abundante, es con fuerza, es con Amor y es dura. Esta Enseñanza está avalada por la Gloria. Esta Literatura la avalan los Comunicantes que Dios manda que dicten. Escritos con esta fuerza no pueden ser místicos, como otros que tiene la Historia. Estos Escritos callan las palabras del hombre. Estos Escritos inutilizan el “no quiero” del hombre. La Publicación, Dios la quiso, la quiere y por siglos la querrá, cuando Él se comunique al hombre; y el hombre siempre intentará negar la Existencia de Dios en contacto con el hombre.
Dijo uno:
Si la Sabiduría que Dios le da, fuera de la Tierra, la buscarían los hombres de gran talento, y ella los trataría con desprecio, considerándose superior en literatura y temas, y ya el hombre la agasajaría, correspondiendo el desprecio propio del saber de Tierra.
Aquí, este Elegido, tiene una Sabiduría tan aplastante al “no” del hombre que su Sabiduría desprecia, no llama y no busca, que Dios sigue con su Saber, ya sin ocuparse del hombre.
Los Libros darán respuestas justas para los hombres de ciencia, ciencia con letra bien chica, por despreciar la riqueza que Dios manda sin que paguen estos hombres de las ciencias.
Tan sólo al oír dar una explicación de Vida que no hay materia, deberían pedir a Dios: ¡Dios mío!, ¿quieres Tú que yo la oiga, o no merezco el oír lo que de tu Gloria venga?
Esto, cuando el hombre lo lea, no podrá formar juicio en contra del que Aquí venga.
Estas cargas de Palabras, ¿cómo viven sin quererlas?, ¿cómo viven no adorando?, que es maldición, no reverencia.
Son veinte años pasados, amarrando el mandar, donde no sirven cadenas ni cerrojos que cerraran esta gran Inteligencia que Dios llena con su Mando.
Desperté, oí:
Publicación la cambiamos
por esta santa palabra:
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Gloria al Rey de los Cielos,
que nos manda sus Palabras!
Que nadie diga “no es mío”,
que es decir que él no ama.
Que comparen abundancia
y contenido delante.
Que de no ser de esta Gloria,
no admitiría a un visitante.
A un visitante, por ver
si quería publicarle.
Ya lo hubiera publicado,
despreciando al ignorante.
Pero ya Dios lo paró,
dejando inutilizado
el “no quiero”, al ignorante.
La ignorancia no es de niños,
ni tampoco es de inocencia.
Es decir “yo amo a Dios
y no creo al que a Él vea”.
Repasa estos Mensajes
y olvídate de tus ciencias.
***
Libro 11 - Te Habla El Profeta - Tomo II - C6
No hay mayor ciego que quien no quiere ver,si conociendo los Mensajes no cree en la Comunicación de Dios.
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