miércoles, 2 de diciembre de 2015

El prodigio de la hija muda

En Sueño Profético hablaban varios.

Ya dijo uno:

Somos los Discípulos de Dios, al que ahí en la Tierra vieron de Hombre, pero era este Dios el Único Dios que hay. El hombre quiere decir que Dios no es Dios.

Dice Simón Pedro:

Aquí cuento, de unos que le preguntaron al Maestro, que por qué tenían que creer en Dios. Íbamos siete con el Maestro, y como siempre, nos mandó quietud y reposo. Empezó a contestarles, y en el empiezo ya se veía que era Dios. Justas Palabras dijo, que Aquí yo repito con su Espíritu y Mando:

Tienes que creer, porque mi Padre que está en el Cielo, me manda para que todos lo vean a Él, el que lo ama y el que lo desprecia, el que quiere el Perdón y el que no quiere ser perdonado, el que quiere la Gloria y el que quiere las tinieblas. Él, que de todo esto es Dueño, es el que te está hablando. Y ahora, cuando llegues a tu casa, tu hija mayor, que es sorda y muda, te dirá lo que mi Lengua ha dicho y lo que sus oídos han oído”.

Todos los que con Él iban, querían besar sus Manos, cuando vieron que era Dios. Este hombre vivía renegado y en contra de Dios, por tener una hija con veinte años sorda y muda, que ya vino así a su nacimiento. Esto no lo sabían en los terrenos que íbamos con el Maestro.

Desperté, oí:

Dios ya hizo el prodigio cuando le dijo que tenía una hija muda, lo cual no sabían por los terrenos de Judea.

Este hombre trabajaba donde pagaban los salarios más caros, sin tener en cuenta el trato que le tenían.

Cuando llegó a su casa, al día siguiente, ya anocheciendo, no tenía que dudar de que la hija hablara.

Ya lo esperaban por el camino que Dios a la hija le había dicho.

Cuando llegó el padre, se abrazó a la hija y todos oyeron:

“Padre, ya he oído lo que Dios Hombre te estaba diciendo. Si el prodigio es para tu conversión, yo le devuelvo el habla y el oír de mis oídos, ya que para estar con Él no hacen falta”.

Aquí te enseña que aprendas
que el espíritu es el que vale.

Aquí te da una Enseñanza
de que creas cuando Dios hable.

El prodigio lo hizo Dios,
por los ruegos de la madre.

La madre siempre pedía:
¡Que el padre no se condene!
¡Mi hija así toda la vida!

Esto decía la madre,
y la hija la oía.

Vivían las dos con Dios,
que era lo que seguía.


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Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - C3

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