En Sueño Profético hablaban los Discípulos de Dios Hombre.
Fue Juan el que dijo con voz apagada: Bien decía el Maestro, que: “El que quiere a mi Padre, me busca a Mí”.
Estas Palabras las repetía con pena más que con contento. Tengo la estampa viva de un día, cuando el Maestro iba a hablar en la sinagoga, se acercaron dos y uno dijo:
–Maestro, tengo ganas de oírte, pero mis ocupaciones me apartan de tu predicación.
Fue éste a seguir hablando, y lo calló el Maestro con las Palabras que ya venían del Padre, quien al Hijo había mandado para que lo oyera el hombre. Estas Palabras fueron las que le hicieron callar:
–Tú no vienes a oírme, porque no crees que soy Dios. Si supieras quién soy, no me dirías “no puedo”. El que no puede, llama a mi Padre, y Yo me presento. Tú quieres oírme por decir “yo también Lo oigo”, pero no amas; como no amas, no llamas a mi Padre, y Yo no me presento, y tú no vas a oír mi Palabra.
Desperté, oí:
El que no puede, Dios lo sabe, porque en Dios, todo está presente.
Él mintió, y al mentirle, ya vio el Maestro que no creía en Él.
Cuando el Maestro les habló,
los Discípulos palidecieron.
Los Discípulos sabían,
que el hablar así el Maestro,
era sufrir que tenía dentro.
¡Él, que iba perdonando,
y Perdón iba repartiendo,
cómo no iba a oír
al que le pedía el tiempo!
Primero tienes que amar,
y ya Él te manda el tiempo.
Tiempo que será de sobra,
por oír a Dios del Cielo.
***
Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - C3
Nada se antepone a aquello que se ama,mucho menos si se trata de Dios.
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