En Sueño Profético hablaban de tres hechos de cuando Dios vivió de Hombre.
Dijo uno:
Yo presencié tal prodigio, que me costó estar unos días sin acudir a la faena que yo en el campo tenía, porque mi cuerpo quedó aplomado. Llegó uno un día a mi casa –que yo algún tiempo conocía– y me preguntó:
–Oye, ¿quisieras acompañarme a ir a casa de José el Carpintero? Pues van muchos a buscar a su Hijo por los prodigios que está haciendo, y yo tengo un lío gordo con el recaudador, y él pronto le verá el arreglo.
–Yo si quieres te acompaño, pero él no está para eso.
Emprendieron el caminar y lo vieron a lo lejos.
–Esperemos a que pase, y ya le preguntaremos.
Viéndolos tan parados, se fue el Maestro hacia ellos y les dijo:
–Ya sé a lo que vienes, y esto es sin remedio, aquí no emplea el Poder mi Padre que está en el Cielo. Tu tributo tiene que ser entregado como el primero, y si éste ya te ofende, mi Padre que está en el Cielo no ve al recaudador como tú lo estás viendo.
No esperaba éste oír así al Maestro, y le contestó muy frío:
–¿¡Y yo he venido para esto...!?
–Ve –le dijo el Maestro– y siega aquel trozo de campo que las espigas están en el suelo, y llévate quien te ayude, y ve preparando el granero, que tienes recolección que asustará a este pueblo.
Esto fue en el mes de enero, pero no al final..., no, a lo primero. Cuando se cundió en el pueblo, todos fueron al sembrado. Hubo quien cogió a su hijo, que hacía tiempo había enfermado, y le pasaba las espigas, quedando éste ya curado.
Dijo uno que llegó:
Había quien aseguraba que en las espigas veía a Dios. Tan sólo uno esto dijo, y fue en contra de Dios:
–Yo no muelo este trigo en mi molino, el trigo de ese prodigio que ha hecho Ese que dice que es Dios.
No terminó de decirlo y quedó el hombre sin voz.
Desperté, oí:
Ni amaba ni creía.
Si creía sin amar,
muele el trigo en su molino,
y al molerlo, ama ya.
¿Qué necesitaba ver
el dueño de este molino
para este trigo moler?
¡Sin en enero había espigas,
no al final, sino a primero!
¡Y el que las espigas tocaba,
de su mal ya se limpiaba!
¡Y con un medio terreno,
éste llenó tres graneros!
Todos decían: ¡Maestro,
Tú eres Dios de Allí del Cielo!
Dios quiso que su Poder
lo vieran no en el tributo,
que esto sería un deber.
No pidas a Dios justicia,
porque Dios Justicia es.
Pídele que te des cuenta
de lo que tienes que hacer.
***
Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - C7
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