En Sueño Profético hablaban de las enfermedades del espíritu, del pecado y de la
ignorancia que el hombre tiene a conocer esta enfermedad sólo del espíritu. Que
también hay enfermedad de espíritu y carne a la misma vez.
Decían:
El endemoniado endemonia y
lo apercibe el débil. El endemoniado es el que transporta la mercancía, y el
débil el que la desea o la compra. Que todo viene por el hombre querer reformar
lo imposible. Querer entrar en el estómago un kilo de acero para acostumbrarlo
a digerir acero. Pues mas barbaridad es querer entrar el pecado en el recato
que Dios tiene puesto para que la carne elija sitio de Eternidad para su
espíritu.
Para corregir esta
enfermedad luchadora que el hombre fomenta, tiene el hombre que apartar el
pecado de la pureza. Enseñar que esa vida es de paso y Aquí está el final.
Enseñar que la violencia y el crimen son de Satanás. Que el adulterio, tan sólo
con nombrarlo, no es oración vocal. Todo lo que Dios aparta y el hombre junta
no viene Aquí, y todo lo que Dios junta y el hombre separa tampoco.
Dijo uno:
El hombre quiere ponerle
pezuñas al gallo y pico al león. Por este camino cada día habrá más enfermedad
del espíritu, que la medicina cobrará pero jamás curará. Porque el medicamento
no llega al espíritu, y al no llegar no puede existir curación.
Desperté, oí:
Si enferma está la raíz no
te extrañe el fruto que dé el árbol.
Pero busca curación por si
pudieras salvarlo.
La enfermedad del espíritu
el hombre ha fomentado.
Olvidándose de Dios y
engalanando al pecado.
El endemoniado crece porque
el hombre lo va premiando con sus palabras tan cultas, diciendo “esto no es
malo”.
Quitando muletas al cojo y
regalándoselas al sano.
Al manco nunca en la vida le
puedes contar dos brazos.
Y el adulterio y el crimen
está por Dios apartado.
Pues a más cabida le den,
más crecen los condenados.
El endemoniado busca para ir
endemoniando.
Y no sabe que Dios une y a
la muerte le da Mando, que es la única que desune.
Pero ya con este Mando.
***
Libro 69 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VIII
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