En Sueño Profético vi a un niño de dos años, a una niña de diez, a
una mujer de veinte, a un hombre de cincuenta y a uno de noventa.
Apareció uno y dijo:
Este niño dejó su materia a los
dos años –siguió señalando–, ésta a los diez, ésta a los veinte, éste a los
cincuenta, y ya, final del viaje, a los noventa. Este viaje dura según la fecha
de tu billete. Si a los dos años da pena el soltar la materia –diez, veinte y
cincuenta–, ya a los noventa, tú pides soltarla, o pides que la suelte aquel
que antes hubiera dado pena sólo el pensarlo. La Enseñanza del espíritu no es
necesaria, es imprescindible. El espíritu tiene que estar preparado y enseñado
para vivir Aquí. Si el hombre no pasara de los cincuenta, muy pocos entrarían
en esta Gloria. La edad y la enfermedad sirven para que muchos no pequen más.
¡Es pena dejar de pecar por estas dos razones!
Dijo una:
Yo dejé de pecar a los
veintitrés. Hasta aquí bastante pequé. Pero ya, desde los veintitrés, sólo
adoré. Adoré y mil veces al día pedí que me perdonara y me diera fuerzas para
que donde yo entrara, el pecado se acabara. Yo pienso lo que pequé, y amarga
lloro mi culpa. Pues quienes me podían quitar de que no hiciera pecados, éstos
pecaban aún más, ya que yo el pecado lo veía como regocijo. A este Dios quise
desquitarle el mal, y al ver mi vida cambiada, hubo quien del convento me habló.
Pero yo allí no me veía, y quedé ahí, en materia, consagrada a este Dios.
Desperté, oí:
Si sientes la Voz de Dios,
aunque mucho hayas pecado,
corres por ver a este Dios.
Sientes, si quieres sentir,
que la Voz de Dios no llama
si tú no quieres sentir,
aunque pecados no hagas.
Puedes creer que no pecas,
porque a este Dios no ames,
pues de no amar a Dios,
el pecado de ahí nace.
Nace cuando no se ama,
nace cuando no hay Amor,
nace cuando tú no piensas
que hay Gloria y hay Dios.
***
Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C7
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