domingo, 13 de octubre de 2024

Yo me voy con el Maestro

En Sueño Profético decían en la Gloria estas Palabras:

¡Qué sencillo es vivir haciendo lo que Dios manda!

¡Y qué imposible lo pone el que no Lo ama!

Sigue el Mensaje un espíritu que, cuando vivió con cuerpo, todos los ratos del día, cuando terminaba su trabajo, iba al encuentro de los Discípulos de Dios Hijo, y las horas con ellos pasaba contento:

«Yo decía: “Señor, yo Te quiero, pero debería ir primero a buscar tu Presencia y después la de tus Discípulos”».

“Contaré la cortedad por la que no me presentaba al Maestro y sí a sus Discípulos: “A mí me faltaba el portarme como los Discípulos u otros que Lo amaban. Yo sentía dentro de mí algo que me acercaba a Él y al mismo tiempo me retiraba, y era porque la familia con la que me crié no creía que el Maestro era Dios Hijo. Cuando pasaba por la calle, cerraban la puerta. El pensar esto me hacía sufrir, porque yo quería ser como los Discípulos. Una mañana llamaron a la puerta y era un Discípulo con estas Palabras: “El Maestro nos ha mandado para que tú ya seas también Discípulo”. Antes de todo entré a decir que me iba con el Maestro y que luego regresaría. Fue poner los pies en la calle y ver a mucha gente que al Maestro tapaban, y oír su Voz decir mi nombre y unas Palabras que Aquí mandan que queden dictadas:

“Frasquito, ya ha llegado tu petición a mi Padre, y mi Padre Me ha mandado para que te vengas con los Discípulos que siguen mi Mando y mis Pasos. Pero sí quiero que te despidas de los que te han criado y viven ensuciando mis Palabras. Ya no te faltará lo que tanto pides para poder vivir como mis Discípulos”.

Desperté, oí:

Cuando se cundió lo que el Maestro había dicho de la familia que cerraba la puerta cuando Él pasaba por la calle, el pueblo entró en tristeza.

Mis padres murieron jóvenes, y a mí en la misma finca donde trabajaban me dejaron. Quince años no había cumplido yo y ya no tenía horas de descanso.

Cuando veía a los Discípulos, algo de alegría movía mi cuerpo y a ellos me acercaba y les decía: “¿Qué haría yo para irme con vosotros?”.

De esto que no se entere nadie, porque los dueños de esta finca no creen en el Maestro.

A mis padres los tenían asustados para que no fueran a ver al Maestro. Pero a mí, desde bien niño me decían: “Hijo, cuando seas unos años mayor, te vas con el Maestro”.

Ocho años tenía yo cuando me quedé sin ellos.

Pero no me faltó un día, que yo recuerde, que no dijera: “Yo me voy con el Maestro”.

Con Dios Hijo –Maestro para sus Discípulos– estuve con cuerpo. Y hoy Aquí estoy, en espíritu, en su Gloria, haciendo el servicio que me manda.

Los dueños de la finca, igual que cerraban la puerta, tienen la Gloria cerrada.

***

Libro 54 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VII - C4

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