En Sueño Profético decían:
Nombra a Dios en todos tus actos
y te notarás
con fuerza.
Nombra a Dios con alegría
y te achicarán
las penas.
Pues al vivir y no Nombrarlo,
haces sufrir al que Lo quiere
por saber que
Dios es Presencia.
Y Él quisiera que el hombre
a Él nombrara
sin aviso que
le diera.
Dijo uno:
Si coges papel y pluma, un día, al amanecer, y te metes en gentíos de todas clases sociales, seguro que escribes poco el nombre de Dios porque lo nombren los hombres.
Que esto
justifica que el hombre a Dios no quiere. Querer a Dios y no nombrarlo es
cuerpo muerto que ves que se mueve. Cuando el cuerpo guarda vida para
entregarla en el Cielo, el nombre de Dios se lo oyes al culto, al rudo, al rico
y al pordiosero.
Al culto, para
enseñar. El rudo lo coge de compañero y lo nombra normal y hasta le pide
consejo: “¿Hago bien o hago mal? Yo con tu ayuda ya puedo lo que yo quiero
alcanzar”.
El rico busca
y da con alegría o por miedo, y esto le hace nombrar: “Dios me da lo que yo
tengo”.
El pordiosero,
antes de guardar la moneda, su mirada es al Cielo, diciendo: “¡Gracias Señor,
si yo pido, Tú también estás pidiendo!”.
Desperté, oí:
Cierto que Dios pide al hombre
que se ame
como Él nos ama.
Que no pequen,
para entrar en
su Reino.
Que el que no peque o pecó,
busque al que está pecando
y ya no quiera pecado.
Esto piensa el pordiosero
que pide y sigue
a Dios
nombrando.
No puedes creer Aquí
sin poner el
nombre de Dios en tus labios.
***
Libro 22 - Investigaciones a la Verdad - Tomo III - C6
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