En Sueño Profético decían:
No hay quien viva Paz,
si no hace lo que Dios manda.
El que siempre está con Dios,
la Paz siempre le acompaña.
El que siempre está con Dios,
ya irá Dios en su compaña.
Porque Dios donde ve Paz,
ya sabe que allí lo llaman.
Dos dijeron a la vez:
Dios Hombre nos enseñó a tener calma. Vamos a contar algo que ocurrió casi una de las últimas veces que estuvimos oyendo al Maestro:
Una tarde más bien fría, pero fría de palabras, estábamos con el Maestro, llegó Santiago y dijo:
–Maestro, cuando ya no estés con nosotros, nos arremeterán los que no quieren que Tú seas Dios, y va a ser difícil mantener el temple. Vengo de hablar con unos que están diciendo que tienen lástima de los tormentos que pronto Te esperan. No he contestado de palabras, pero me han visto llorar. Aunque las bridas de mis lágrimas tiraban de ellas, he podido sujetar palabras, pero no lágrimas. Luego temo que sujete lágrimas pero no palabras.
Esta conversación hizo formar hoguera a la frialdad que los 8 teníamos, sin contar al Maestro ni a Santiago.
Ya dijo el Maestro:
–Santiago, si mi Enseñanza va a ser como la que enseña el hombre, nunca podrán creer que eres mi Discípulo. Yo te enseño para que mi Enseñanza siga. Si cuando ya no me veas de Hombre, mis Costumbres no las sigues, ¿qué crees tú que dirán los que hoy no me creen, y el que te ha dicho que me tiene lástima?
Y quedando un segundo de silencio, dijo:
–Santiago, el que me tiene lástima, no lo dice, calla, y más me ama, y no se junta con el que está preparando mi Cruz. No te desprendas de la calma, para que mi Espíritu siempre vaya en tu guía.
Desperté, oí:
Santiago oye al Maestro,
y ya sobran las palabras.
Acepta lo del Maestro,
para no perder la calma.
Todos estaban hablando
con frialdad en sus palabras.
Con frialdad ya sintiendo
cuando el Maestro faltara.
¡Tener que guardar el temple,
y saber que lo mataban!
¡Tener que poner las riendas
a tantas justas Palabras!
Pero lo decía el Maestro,
porque el Padre lo mandaba.
Lo mandaba en Él mismo,
porque la Tierra pisaba.
Él no quería la violencia,
Él te enseñaba la calma.
Él esperaba martirio,
y le veías la calma.
Luego, ya, allí, en su Reino,
manda castigo con calma.
Pero primero da el Sello,
con la Paz que nadie manda.
La Paz Dios le da al hombre,
y el hombre la Paz maltrata.
En eso ya se conoce
el que de Dios no se aparta.
***
Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - C8
La Paz es el sello de los que confían en Dios.
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