En Sueño Profético vi un sitio como una muralla, del estilo de los moros. Empezaron a llegar hombres vestidos con túnicas y como mantos.
Dijo uno que después dijo su nombre:
Aquí, en este mismo sitio, recibimos una clase del Maestro que nos hizo llorar. Yo soy Juan, pero Matías que lo refiera, ¡o da igual…, uno de éstos!, por estar todos delante de Él cuando nos enseñó y nos dio la Enseñanza.
Esto fue una mañana temprano, pero la noche anterior, nos reunió y nos dijo:
–Mañana, si puede ser por vosotros, quisiera a los 12 hablaros juntos –y nos citó aquí.
Empezó el Maestro:
–Aunque mucho os he hablado, darlo por empiezo. Ya, vosotros, con lo que habéis aprendido, enseñad. Pero enseñad a que vivan sin Maestro, ya que mi tiempo se ha cumplido y vosotros continuaréis enseñando sin Mí. Os aseguro, que el que practique mi Enseñanza, tendrá Maestro, porque mi Padre me mandará a Mí.
Todos miramos al Maestro cuando oímos: “mi tiempo se ha cumplido”.
Desperté, oí:
“Mi tiempo se ha cumplido” y “Cuando vaya al Padre vendrá mi Espíritu”, esto, lo oíamos continuamente.
¡Pero cómo empezar el día y rematarlo sin Él?
¡Cómo ir por los sitios y oír las primeras palabras con su Nombre y dada por Él la contestación?
¿A quién preguntar, Maestro, qué hacemos mañana?
¿A quién contarle lo que decía el que lo amaba?
¿Qué contestar a los fariseos?
¿Cómo hacer uso de Él, como Él lo hacía del Padre?
¿Cómo ir por un camino y saber si el caminante buscaba a Dios ya Hijo, por antes amar a Dios Padre?
Esto nadie lo sabía,
esto salía del Padre.
Pero era el Mismo Dios,
aunque no lo veían de Carne.
Él, que siguió en los prodigios,
aunque no lo viera nadie.
***
Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - C8
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