En Sueño Profético hablaban del que Dios habla en él. Decían:
¡Qué pesar tan grande le queda al que tuvo la Palabra de Dios “diciendo” y no quiso oírla! Suerte que no suele repetirse a los mismos.
Estos que ahí no la oyeron, la oirán “dicha”, pero no “diciendo”. Éstos no gozarán de esta Gloria dicha ahí, no tendrán disculpa para aminorar sus sufrimientos.
Cuando se veda, tú tienes disculpa; cuando no es vedado, es desprecio tuyo; cuando ya no tienes lo que pudiste tener, no da compasión tu súplica: agua que tiraste y hoy lloras por no poder recogerla.
Si Dios premia el Lugar donde Él dice su Palabra, también premia al que quiere oírlo. El Lugar que Dios coge de Vivienda tiene grandes sufrimientos que el hombre le pone. El que oye a este Comunicante, esta Comunicación le quita el sufrimiento, razón para que oiga sin disculpa esta Palabra de Dios “diciendo”. La Publicación publicará lo que Dios dice. Si el hombre se quedara ahí, bien estaría que despreciara el Saber de Aquí.
El hombre va de Aquí y tiene que venir Aquí –de donde fue mandado–, o ir a sitio sin Dios, Abismo, lugar permitido por Dios, que de no ser permitido, ya no sería Dios.
Desperté, oí:
El Abismo lo quieren los mismos que se condenan.
Los que no pecan una vez sólo, pecan porque quieren pecar.
El pecado no extraña en el que no ama.
En el que dice que ama, tampoco extraña.
Y ya, el que mucho ama, no puede pecar.
No puede pecar, quita al que va a pecar, y sufre por el que está pecando.
El que a Dios mucho ama, sin decirlo se sabe.
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Libro 4 - Te Habla el Profeta - Tomo I - C3
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