En Sueño Profético decía Agustín de Mónica:
Cierto es, que si no pecas y amas a Dios, quitas a muchos de que pequen. No pecando y amando, ya Dios te manda.
El pecado es la enfermedad del espíritu. Esta enfermedad necesita para curarla, a grandes doctores de gran adoración a Dios, doctores que vivan tan sólo para el estudio del espíritu. Este estudio está abandonado por el hombre. Pocos podrían contestar cuando les preguntaran: ¿qué es un arrobo? ¿cómo es la salida del espíritu? ¿cómo es el retorno a la materia? ¿cómo explicar Mundo sin materia? ¿cómo comprender sin palabras? ¿cómo tener torpeza para lo material y en lo Divino tener este avance?
Esto, si no se lo oyes a quien lo vive, nunca podrás saberlo con exactitud: espíritu fuera del cuerpo, hacer Vida para enseñar luego a la materia a que sea obediente a las Leyes Divinas.
Yo, cuando hablaba de mis arrobos, ya me oía el que amaba pero que de Aquí no sabía, explicando con palabras.
Un día, llegaron dos grandes talentos muy apreciados por la enseñanza. Me preguntaron tantas preguntas y yo tanto contestaba, que ya el más inteligente en la Tierra –y sin poner duda lo era–, sacó el pañuelo y limpiándose sus ojos me dijo:
–Agustín, debería prohibirse el hablar del Elegido mientras él estuviera con materia y recibiendo el Mensaje de Dios. He visto una diferencia de lo que ayer me hablaron a lo que te he oído yo, que mira lo que te digo: que voy a pasar vergüenza cuando oiga la palabra “profesor”, y mi lengua tendrá momentos de que palabras sujete.
Desperté, oí:
Aquí es Agustín
el que compara el oír,
con que te cuenten arrobo,
o sea, el que viene Aquí.
Hombres de grande cultura,
se achican al oír contar,
a Agustín, un Sueño en Gloria.
Ni las letras ni el papel,
ni el mejor escrito en la historia,
pueden hacer comprender
cómo separan y arroban.
Comparemos en la carne:
¿cómo haría el diagnóstico el médico,
sin ver enfermo delante?
La receta sería falsa.
Y aquí podrías comprobar.
Pero las cosas de Dios,
tiene que ser que las cuente
el mismo que le pasó.
Porque siendo él arrobado,
todos conocen a Dios.
***
Libro 8 - Dios No Quiere, Permite - Tomo I - C4
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