En Sueño Profético hablaban del sol, del aire, del agua.
Dijo uno:
¿Y por qué no hablar de la tierra,
de la noche, de las nubes,
de la lluvia y las estrellas,
de los mares, de los ciclones
y los temblores de tierra;
de todo lo que ahí ve el hombre
y que el hombre no maneja;
de todo lo que al nacer,
la sepultura le espera?
En todo lo ya nombrado,
el hombre se ve sin fuerza,
pero sigue con su mando
en las cosas de la Tierra.
Un tío abuelo yo tenía, y siempre estaba en el campo, porque del campo vivía. Este hombre distraía a los aburridos, y retiraba de que hicieran pecados; acercaba a la gente a Dios tan sólo hablando del campo. Decía, que el sol, la lluvia, el aire, la noche, y el ver tantos animales –ellos, buscándose su vida sin tener cuido de nadie–, que esto ya para él era un rosario, que cada cosa nombrada era un misterio, que cómo era posible que el hombre pidiera más para ver a Dios; que Dios tenía su Poder a los ojos del hombre; que el que en Dios no creía, ¿cómo creería él que Dios le dijera: “Yo existo. Yo tengo sitio en mi Gloria para que tu espíritu tenga Eternidad”? Si no quería creer lo que estaba viendo, ¿cómo iba a creer cuando Dios le dijera: “Tengo un Sitio sin principio ni fin”?
Desperté, oí:
¡Qué razones daba este hombre
y qué poco estudio tenía!
¡Qué grandeza los misterios
que al rosario le ponía!
Todo es un puro misterio,
lo de la noche y el día.
El aire, con su vaivén;
la lluvia, tan bien caída.
Y este último misterio:
cada animal con su vida.
Cada uno diferente,
en el color, en bravura,
en vivir fuera del agua
o vivir en grande hondura.
Pero todo mueve Dios
con su Poder o Figura;
con que levante la Mano,
con esto ya te retira.
Y si te lleva a su Gloria,
ves Espíritu y Figura.
Aprende del campesino,
y siempre verás a Dios,
porque Dios, si tú no amas,
Él nunca te hará Visión.
***
Libro 2 - Meditaciones y Palabras Directas con el Padre Eterno - Tomo II - C1
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