En Sueño Profético decían:
El mundo lo cambia el hombre para el mismo hombre, pero no para Dios. Para Dios no puede ser cambiado, por ser Dios o pecado. Ya Dios, al hacer el mundo, puso sus Leyes con Sello de Dios: imborrable e inconfundible.
Dijo uno:
El que vive las Leyes de Dios no puede aceptar las que pone el hombre que van en contra de Dios y en defensa de Satanás. El que hace lo que a Dios agrada, se retira de él. Y el que hace lo que él arrastra, se aparta de Dios. Los dos que viven, Dios o Satanás, tienen que tener vida diferente. Éstos nunca pueden tener unión de espíritu.
El hombre quiere vestir con grandes galas al pecado, y entonces hace más pecado; entonces hace que más resalte el que está haciendo el pecado. Un pecado hecho en persona bien trajeada, hace que más se mire el pecado y más invita a seguirlo. El que andrajoso va vestido, peca él sólo, sin despertar apetito de pecar.
Desperté, oí:
Bien que te aclara este Escrito
que Aquí dictamos en Gloria.
Bien que te dice,
que jamás para el pecado
Dios puede tener reforma.
El hombre, aún peca más,
cuando lo de Dios reforma.
Peca más, por la reforma
que hace nombrando a Dios.
Peca más porque reviste,
para que lo admiren “tos”,
el pecado engalanado,
con desafío a este Dios.
En el andrajoso, el pecado,
se queda en un rincón.
En cambio, en el poderoso,
es pecado relumbrón.
Es pecado reformado,
sin el Mandato de Dios.
El mundo es sin reforma,
por arreglo que dé el hombre.
El mundo lo hizo Dios
cuando no vivía el hombre.
No le quites el pecado
a lo que Dios le dio el nombre.
Porque en la Gloria de Dios
entran los que no reformen.
***
Es frecuente presumir de pecar en nombre del progreso. El verdadero progreso es el que conduce a la Vida Eterna.
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