domingo, 27 de septiembre de 2015

Dios elige porque tú te has ofrecido

En Sueño Profético decían:

Dios, cuando elige,
es porque tú
antes te has ofrecido.

Te has ofrecido en aceptar
lo que no has querido,
y pronto has pensado:

¿Es que Dios lo quiso,
que con un martillo,
un madero y unos clavos,
allí traspasaran
sus Pies y sus Manos?

¡Él no quiso esto!

El que esto piense,
¿qué puede enseñar
al niño que crece?

El que Dios elige,
antes ha pasado
como hierro en fragua,
que a fuerza de golpes
queda moldeado.

Si así esto no fuera,
¿qué pensaría el Elegido
cuando viera la dureza
que tiene el Camino?

Pero él está moldeado
sin fragua y sin martillo,
sólo con un Amor grande,
que siempre es fuego encendido.

Por eso extraña tanto
la palabra “Elegido”.

Dijo uno que llegó a rozar la Túnica de Dios Hombre:

“Yo le oí al Maestro, en medio de un grande gentío, estas Palabras”:

Pensad que Yo no elijo, que sois vosotros los que tenéis que querer que Yo os diga: “Id en mi Nombre”. Y este querer lo sabe mi Padre desde el Cielo, y ya Yo lo elijo. Sed mansos de espíritu, y ya actuará la carne con humildad, como actúan los corderos. Apartaos del que dude de mis Palabras si vuestra Fe no es mayor que la desconfianza. El que acepte el sufrimiento pensando en Mí, ya sé Yo que no es enemigo mío y Me sirve para todo lo que le mande”.

Desperté, oí:

Muchos quedaban ya tristes
porque pensaban:
“Yo nunca seré Elegido”.
Dios daba la Enseñanza,
y para esto no había Elegidos.

Era después,
como aceptaban el Amor y el sufrir,
si aumentaba o mermaba.

El Elegido te enseña sin reservas,
pero él no admite enseñanza
de los hombres de la Tierra.

El le coloca al sufrir el disfraz
según aparece la escena.

Esto parece difícil
cuando el Amor sólo es por fuera.


***

Libro 15 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo III - C5

2 comentarios:

  1. Más que elegir,Dios acepta nuestro ofrecimiento, nos prepara y nos acompaña.

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  2. Dios Misterio de Misterios
    Quien puede elegir si no Dios? Solo Él sabe cómo somos y dónde puede sembrar la semilla
    Ni nosotros nos conocemos como nos conoce El Padre Eterno

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