En Sueño Profético decían:
El Amor a Dios tiene fuerza,
quita de pecar
y enseña a llevar espíritus al Cielo.
El Amor a Dios hace manso
al que se ve fiero.
El Amor a Dios,
el que este caudal tenga,
es pastor en rebaño de corderos,
y a todos va llevando
con el mismo Amor,
aunque iguales no sean los corderos.
Y si alguno queda atrás,
el Amor de Dios le avisa,
y con su honda y su piedra
–tirando a no querer dar–,
lo mete en el rebaño,
haciéndole ya pensar
que al pastor le haga daño,
y ya se ve a la cordera,
lomo con lomo dando.
¡Esto es Amor de Dios:
unir todo su rebaño!
Pero tienes que sufrir
cuando mires para atrás
y digas: “¡una me falta!,
aunque llevo más de cien”.
Pero si llego a mi casa
pensando en la cordera:
“si estará detrás del cerro…,
si se habrá encontrado mala…,
si hará su balar fuerte,
pidiendo alguna compaña
que le ayude a poner
sus cuatro patas en pie,
y ya subirá el cerro
en busca de su cabaña…”.
El que tiene Amor a Dios,
llora y se hace pastor,
porque Dios así lo manda.
Desperté, oí:
Este Mensaje te compara
al mundo con un rebaño.
Y al Amor de Dios,
con el pastor en la montaña.
¡Qué cierto que si hay Amor,
juntas y ya no separas!
¡Cierto que Dios te da premio,
si vas buscando corderos
que se fueron del rebaño!
Pero tienes que amar,
primero, a Dios del Cielo.
Aprende a ser pastor,
y Dios ya te mandará el premio.
***
Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C3
Aunque parezca imposible reunir el rebaño, Amar a Dios supone no abandonar el rescate de la oveja perdida.
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