En Sueño Profético hablaban mujeres que vivieron cuando Dios vivió de Hombre. Estando hablando estas mujeres, se oyó hablar a otra que su llanto no dejaba entender las palabras. Y una dijo:
Este hecho que aquí referimos fue presenciado por mí:
Estando yo una mañana comprando en el mercado, se acercó a mí una mujer para que yo Le dijera al Maestro que ella quería ser perdonada, pero que no merecía que el mismo Hijo de Dios se lo dijera a ella con su Presencia delante, ya que había pecado ¡tantas veces sin ir a buscarlo…! Estando en esta escucha de palabras y sin saber qué contestarle, por saber yo cómo era el Maestro en Amor y Perdón, se oyó un acuerdo y desacuerdo de palabras de todos los vendedores y compradores que allí habíamos. Ya se oyó más fuerte: “¡Es Jesús de Galilea!”. Otros decían: “¡Sí, el de Nazaret!”. Fue apartándose la gente hasta llegar a nosotras, y con grandes Palabras de Dios y con la Humildad de Dios Hombre que busca al que su Perdón quiere, le dijo a esta grande pecadora que yo no conocía:
–Ya estás perdonada con haber hablado con esta mujer que tanto ama a mi Padre y tanto quiere servirme a Mí.
Y repitió otra vez:
–Vete tranquila, mujer, y guarda mi Perdón, que ya es tuyo.
Y dirigiéndose a mí, me dijo:
–Y tú ve tranquila, que ya has hecho un buen servicio a mi Padre, que tantas veces Le decías lo que aquí repito: “Señor, Padre Eterno, mándame que Le haga servicio a tu Hijo, aunque sea yo sufriendo”. ¿A que esto era tu primera petición a mi Padre? Pues como mi Padre está en Mí, Yo he venido en busca de las dos, para que sirva de testimonio a humildes y a poderosos, a pecadores y a justos.
Desperté, oí:
Fue oración
aquella mañana en el mercado,
cuando apareció el Maestro.
Estas dos mujeres estaban día y noche,
siempre en su pensamiento y en su boca,
con el Nombre del Maestro.
Una, por querer servirlo.
La otra, de arrepentimiento.
Una no tenía nada
para poder ir a ofrecérselo.
La otra había pecado,
y era tal su arrepentimiento,
que busca a esta mujer
que siempre la oía hablar
del Divino Hijo y Maestro.
Nadie sabía como Él,
el Amor que estas mujeres,
las dos, guardaban en silencio.
El buscaba al que quería
servir o arrepentimiento.
El sitio no Le importaba,
porque el Dios iba primero.
***
Libro 13 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo II - C4
Si queremos servir a Dios tendremos su Amor y su Mando. Si pedimos perdón,conoceremos su Abrazo y su Humildad.
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