En Sueño Profético decían:
No hay mejor certificado que aquel que esté firmado por tu entrega al Prójimo, que esta entrega, si no amas a Dios, te cansa y dura poco.
Dijo uno:
Yo, algunos días, seguí a Juan de Dios y viví escenas que no pude olvidar, y que quería olvidar por el sufrir que me hacían.
Un día fuimos a un hospital y estuvimos con un enfermo que nadie a su cama se acercaba porque había hecho mala vida. Todas las demás camas tenían visitantes: a unos le llevaban más y a otros menos, pero la cama sola con el enfermo no la veías. Pues a este solitario iba Juan todos los días. Tenía algo en la piel que retiraba y hacía pensar si podía contagiar. Pues una tarde llegó Juan con ropa que parecía que de la tienda salía, y cuando vieron la ropa se acercaron unos a él, con ira, y ya le dijeron: “¿Esa ropa le vas a dar a éste, que siempre iba borracho dando golpes de esquina en esquina, habiendo hombres que son buenos y su vida siempre ha dado buen ejemplo? ¡Este hombre no merece ni que venga a verlo!” El enfermo, al oírlo, llenó la almohada de lágrimas, y mirando a un Señor que Juan llevaba dijo: “Señor, más que la ropa, merezco las palabras, pero si sano haré lo que Juan hace, y jamás me oirá nadie decir estas palabras que tanto daño hacen cuando te acompaña el arrepentimiento”.
Desperté, oí:
Lo que Juan a Dios le pedía, lo oye en la boca del enfermo.
Juan pedía curación y arrepentimiento.
Pues Dios lo concede y con Juan lo vieron.
Toda la familia buscaba a Juan, porque no lo creían.
Pues si Milagro vieron en la enfermedad, más Milagro era verlo acompañando a Juan de Dios de hospital en hospital.
Si esto hicieran los buenos, habría muchos arrepentimientos.
A este hombre le hizo pensar el bien que lo fue a buscar, que lo mandó la oración que a Dios mandaba Juan de Dios.
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Juan de Dios tenía Caridad, pero también Fe y Esperanza en la curación de cuerpo y espíritu.
ResponderEliminarEn vez de juzgar,llevaba el Amor de Dios.
Las ofensas que oye Juan de Dios es porque los que se creen buenos, se ven en disposición de juzgar. Para hacer lo que Dios manda, hay que hacer caridad y dejar el juzgar a Dios.
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