En Sueño Profético hablaban espíritus que cuando vivieron con cuerpo hicieron pecados sin querer hacerlos. Porque el pecado lo hay admitido, sin querer estar pecando y ofrecido buscando donde vivirlo.
Dijo Agustín de Mónica:
Yo, si hoy tuviera cuerpo, con mi pasado ya vivido, no habría pecador que al oír mis palabras no mirara al Cielo pidiendo el Perdón. El pecador que no quiso pecar es el que su vida siempre fue buena, creyó y amó. A estos los persigue el pecado y no buscan el Perdón como no los llamen, en una noche, sus lágrimas en el llanto. Que estas lágrimas piden muerte, porque te ves sin derecho a ser perdonado. Esto, para comprenderlo, tienes que pasarlo. Yo pasé por el sufrir de estar pecando, pero es sufrimiento mayor cuando ya te has quitado, por sentir la Voz de Dios y no atreverte a contarlo. Pero el arrepentimiento no puedes ocultarlo. Y al oírlo, el que no era de Dios (aunque no escandalizaran sus pecados como yo escandalicé), sus palabras parecían espadas y en mi pecho se clavaban.
Cuando yo ya fui perdonado, me buscaban pecadores y a otros iba yo a buscarlos. A los que yo buscaba, en vez de hacerles preguntas, de mis pecados les hablaba, y les quitaba las cadenas con las que el demonio los amarraba para que a Dios no buscaran.
Desperté, oí:
Yo mucho pasé hasta que Dios me perdonó. Que esto fue una noche sin poder coger el sueño, porque sentía la Voz de Dios dentro de mi cuerpo.
Luego, la oí con Palabras, y mi cuerpo quedó de piedra cuando dijo su Voz:
Agustín no olvides el Perdón que mi Padre en Mí te ha dado.
Esto me hizo buscar a pecadores y contar mis pecados. Que yo contaba los míos, pero a ellos les prohibía el contármelos.
No hay sufrimiento mayor que, cuando quieres olvidar el pecado, acordarte de Dios.
Pero este sufrir en la Gloria me entró.
AGUSTÍN DE MÓNICA
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El arrepentimiento es un dolor que sólo Dios puede aliviar, y del que nos sentimos eternamente deudores.
ResponderEliminar@ana
ResponderEliminarHola ana, siempre son certeros tus comentarios. Este mensaje hace pensar y pedir a DIOS que nunca pequemos.
Qué delicadeza tan grande tiene San Agustín cuando habla con los pecadores para quitarlos del mal. Él cuenta sus pecados pero no quiere que los demás le cuenten qué han hecho. Esto debería hacernos reflexionar, porque en esta acción se demuestra el arrepentimiento tan grande que éste hombre tuvo.
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