En Sueño Profético decían:
El que ama, lo dice hasta en su forma de andar.
Dijo uno:
Yo vi una vez a un cabrero –mientras pastoreaba sus cabras– andando por una vereda estrecha, teniendo por suyo el campo. ¡Me hizo pensar tantas cosas…!, menos la que era verdad. Ya no quise quedarme con mal pensar y pregunté:
–Tiene que llevar razón en la forma que va andando, pero no veo explicación. Perdón si con esto le he faltado.
–No. Yo le voy a explicar. Verá:
Todas esas florecillas
que siembra nadie les ha dado,
son semillas que del Cielo Dios envía
para adornar los campos.
Yo siempre cojo el camino,
siempre por mis mismos pasos,
y me formo mi “verea”,
que de guía me va llevando.
¿No ve todo ese manchón,
cada hoja para un lado?
Unas dan vueltas para el sol;
otras ya se han marchitado,
dejando sitio al capullo
que Dios mismo está empujando.
Si yo piso porque quiero,
a Dios fijo que Lo enfado.
Yo, mientras mis cabras comen,
también cuido de los árboles:
aquel que veo “doblao”,
me paro y lo pongo derecho;
la copa me da las gracias,
que las recibe del Cielo.
Yo siento contento grande
cuando ya ha pasado tiempo
y veo el árbol tan grande,
con su tronco tan derecho,
repartiendo la salud
para el enfermo bueno.
¡Ya me acerco a mis cabras
y mi camino lo emprendo!
Desperté, oí:
Este cabrero te enseña
de dónde empieza el Amor a Dios.
Empieza por darle cuido
a lo que nadie sembró.
Te cuida el arbolito,
que luego sirve a todos.
Con sus pasos y su Amor
va dejando la “verea”.
Por si pasan caminantes,
presuman las margaritas
y aprenda el hombre a adorarlas.
Que diga el hombre palabras
mirando a esta Gloria y Cielo.
Todo lo puede el Amor,
si amas como el cabrero.
Respetando florecillas
que veas por los senderos.
***
Quien ama ve en todo a Dios.
ResponderEliminarSiendo este hombre un hombre rudo cuánta dulzura y delicadeza muestra en sus actos, todo le viene del Amor a Dios.
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