En Sueño Profético decían:
Nadie puede decir el sentir, como aquél que lo sienta. Y nadie puede explicar un sufrir, como aquél que sufrir tenga. Hay cosas que el espíritu es tan dueño de ellas, que a nadie deja que lo explique, si no es su misma materia.
Las cosas del espíritu son tan grandes... son tan sencillas... son tan bellas... Pero siempre les da maltrato aquél que el Amor no sienta.
Dijo uno:
Amor con Amor,
nunca ha de tener quimera.
Amor con Amor, se une,
y ya da este Amor una fuerza,
que buscas sediento el sitio
donde el Arrobo se encuentra.
Ya el espíritu deja
que hable esta materia,
porque fue la que guardo al espíritu
antes que a la Gloria fuera,
y queda en un silencio,
obediente esta materia,
hasta que llegue el espíritu
con el Poder que Dios manda,
y da vida a esta materia.
Este alboroto con Paz,
no lo explica otra materia.
Esto quedará en los Libros,
pero el sentir, si no lo cuenta
el que recibe el arrobo,
tal vez el sentir se pierda.
¡Cuántas cosas hay perdidas
por no oírselas al que las sienta!
La Visión es comprendida,
pero el Sentir que Dios manda
con su Espíritu a una materia,
éste tiene que contarlo
el mismo que Arrobo tenga.
Desperté, oí:
Este mismo despertar
y seguir oyendo a Dios,
no lo pueden explicar
como el que Aquí despertó.
Es tan normal el pensar,
si se quiere comprender,
que no es lo mismo contar
lo que en otro se ve,
como que cuentes tú mismo
lo que sientes que no ven.
El sentir Mando y Amor,
esto queda sin decir
y sin dar explicación.
¡Cuántas cosas hay perdidas
de tantos que Aquí vinieron!
Luego vieron los Escritos,
y sin sentir los leyeron.
Luego se hacían preguntas
sin llegar a comprenderlos.
Todo era Poder de Dios,
escrito y con desprecio.
Desprecio que antes dieron
cuando llegaban diciendo:
“Yo veo la Gloria de Dios,
Dios me lleva Allí a su Reino”.
A veces salen miradas
de algunos que dicen “buenos”,
que en sus caras se queda
la ira que estaba dentro.
El sentir nadie lo explica
como el que lo está sintiendo.
Y al sufrir que tuyo es,
nadie le da el sentimiento
que tú darías al decir,
por ser un sufrir por dentro.
Para saber un sentir,
tienes que oírlo sintiendo.
***
Las cosas del espíritu siempre deben ser escuchadas y respetadas; nunca juzgadas.
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