En Sueño Profético vi a un niño de un día y a un hombre de cien años.
Dijo uno:
Este niño hará lo que ha hecho este hombre de cien años, con costumbres y formas distintas, pero igual que este anciano. Puede que el niño vuelva a hacer lo que hoy no quieren del anciano. Puede que lo que hoy tiran, mañana paguen. Este día y cien años son dos iguales. Esto quiere esta Gloria que el hombre lea, piense y se pare: que él, todo lo que hace, de Aquí sale; depende cómo su vida quiera enfocarse. Este niño de un día –no un día de carne, la carne tiene más días, todos son días, meses, hasta incubarse, pero vida de espíritu es sólo un día, que es lo que vale–, ya se hace grande.
Desperté, oí:
Este Dictado te enseña
el nacer y el morir.
Este Dictado te avisa
cómo tienes que vivir.
Este Dictado, si lees
y analizas las Palabras,
verás la vida que empieza
y vida que no se acaba.
No se acaba la de éste
de cien años, porque amaba.
Cuando suelte el traje viejo,
uno de púrpura lo aguarda.
La vida siempre es la misma,
el hombre siempre la cambia.
Debía cambiar el mal,
que es lo único que aparta
de esta Gloria Celestial.
Cuando veas de un día a un niño,
ponte un segundo a rezar,
para que llegue a los cien,
amando cada día más.
***
Libro 11 - Te Habla el Profeta - Tomo II - Pag. 97-98-99
Cada vida que empieza y cada vida que termina nos recuerda que vamos de paso hacia la Vida.
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