En Sueño Profético hablaban de la tristeza, de la pena y de la alegría, de la inquietud en el deseo, de la avaricia. Esta palabra y la del empiezo del Mensaje son de donde salen las peores actuaciones, que te apartan de la oración.
Estas dos actuaciones te ponen pidiendo a Dios: una, con lo que no necesitas; y otra, pensando con gran desconfianza y siempre con cansancio de espíritu. Que este cansancio lo lleva el espíritu al cuerpo.
La pena es la respuesta de un grande sufrimiento. La pena -pero con Dios–, llamándolo, queriéndolo y sacando las reservas de las fuerzas que se reflejan en tu cuerpo, ya ves pena y alegría, difícil el entenderlo el triste y el avaricioso.
Desperté, oí:
¿Cómo comprender la tristeza,
que la pena, que es más grande,
sea amiga de la Alegría,
de la Paz y la Esperanza?
Al avaricioso le llega
inquietud con ira.
Exigencia en lo que a Dios Le pida.
Y en esta actitud,
la oración se retira.
La oración pensando en el sufrimiento
y con la Confianza en Dios,
no te llega la tristeza.
La tristeza te prohíbe petición,
y ya nada te alegra.
La tristeza te hace enfermo
aunque enfermedad no tengas.
La alegría del espíritu
le puede a la tristeza.
***
Libro 19 - Dios Manda en su Gloria que Enseñen - Tomo III - Pag. 142-143
La tristeza es hermana del egoísmo y no conoce la Confianza. Pena es dolor. Oración y Confianza transforman la pena en alegría.
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