En Sueño Profético decían:
Hay quien no vive bien hasta que piense, yo vivo haciendo pecado; y pecar y vivir bien, es un bien de endemoniados. Ya dijo Agustín; Si el que vive pecando y se quita de pecar, se dedicara a buscar pecadores y decirles que pensaran el vivir que estaban viviendo, que tenía que acabar y que a dónde irían luego; yo quité a muchos de pecar, y luego fueron hombres buenos; hombres que hicieron pecados por falta de no hablarles del Cielo; luego está el pecador, que éste ya peca sabiendo que sus pecados hacen a más que pequen.
Me encontré una noche con uno que yo me creí estaba malo por la postura que tenía sentado en una gradilla y con sus manos en la frente que su cabeza sujetaba; pues aunque no veía a nadie para pedirle me acompañara por no saber la reacción al hacerle las preguntas que yo quería hacerle; primero quería preguntar si estaba enfermo, y si no lo estaba, era el pecado el que lo tenía desmadejado; viendo que pasos no sentía, me acerqué yo solo y le pregunté si me aceptara mi ofrecimiento ¿podría servirle de algo? ¿se siente enfermo?; lloraba en silencio, y cuando me oyó, los sollozos eran más grandes. No, no tengo enfermedad, es que soy malo con mi familia. Miré al Cielo, y como siempre, Dios me oyó. Empecé a ponerle ejemplos de mi vida pasada; y ya se puso de pie como tiranta con agarras; ya empezó su relato; Le voy a contar mi vida, porque he visto, no sé cómo decir para que me creyera, porque me conoce nada más de un rato;
yo estaba en la puerta de la venta
con los que todas las noches
me van a buscar a mi casa;
hay días que no quiero,
pero veo que me arrastran,
y cuando vuelvo a mi casa,
mi mujer la veo cadáver
del sufrir que Dios no manda;
pido mil veces la muerte,
y que me quite estas compañas.
Estando pensando esto,
vi algo que no merezco contarlo;
te vi de lejos,
y uno que allí estaba dijo:
Ese es ese que dicen era malo
y ahora le habla Dios,
si yo aguantara mi risa
iba a buscarlo.
Me vine a este escalón
como muerto que va andando,
y no sé lo que he visto,
pero sí quiero preguntarte,
que si ya no peco más,
puedo no ser condenado,
no pido servir de risa,
pero sí ser perdonado.
Desperté, oí:
Este pecador fue grande,
y pecó porque quería.
Pero pecaba y pensaba,
si a mí alguien me nombrara,
que Dios si yo lo buscara,
tal vez me perdonaría,
no me veían en la venta,
ni de noche ni de día.
¿Pero, cómo nombro a Dios, si Él sabe lo que hago?
Por la mañana, ya digo,
si estuviera con amigos
que a Dios estuvieran amando,
yo no faltaba a mi casa,
ni sufría mi mujer tanto.
Cuando ya llega la noche,
Sufro como un azogado.
Este es el pecador,
que de Dios nadie le ha hablado.
Agustín llamó al Cielo,
y lo dejó perdonado.
AGUSTÍN DE MÓNICA
***
Si somos receptivos, sabremos decubrir casos parecidos a éste en nuestro entorno. Es necesario que perdamos el pudor al hablarles de Dios porque podemos hacer un bien inmenso.
ResponderEliminarQue cierto es que cuando haces pecado si tienes alguien que te ayude como Agustín cambias tu vida, y te sientes perdonado, y haces como Agustín pagar a Dios el bien de sentirse perdonado.
ResponderEliminarLa compaña que tengas muchas veces te arrastran al mal, por eso es importante que tengas buenos cimientos de Dios para que no te arrastren.
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