En Sueño Profético hablaban de la civilización del hombre. Decían:
El hombre civilizado acude primero al espíritu y luego a la carne.
El hombre civilizado acude primero a la carne y después al traje que lleva la carne, por valor que tuviera el traje.
El hombre civilizado debería hablar de la guerra en tiempo pasado, poniendo a los hombres, con falta de cultura, como seres hambrientos y satisfechos cuando hacían daño.
El hombre civilizado quiere hacerse el seguro para la Vida Eterna, porque sabe que el espíritu tiene que irse a algún sitio.
El hombre civilizado no intenta desbaratar lo que Dios aprobó, sin ser aconsejado, por no haber otro Dios. Aquí debería el hombre pedir a gritos vivir civilización.
El hombre civilizado exige saber lo que Dios manda para él mientras tiene materia.
Al hombre civilizado no le pega su mano a su brazo.
El hombre civilizado no ensucia la comida que luego pone en la mesa.
El hombre civilizado no le tiene lástima al que no ha nacido, y no deja que muera de hambre el niño que ve andando.
El hombre civilizado no compadece al huérfano que su padre murió, compadece al huérfano, que sin tener muerte su padre, huérfano lo dejó.
Esto es lo que el hombre ha puesto: civilización en guerra.
Desperté, oí:
Igual que Satanás defiende la carne para robar el espíritu, ¿por qué tú, si dices que eres de Dios, no haces fotografías del espíritu que se puede condenar o ya está condenado?
Cierto, que Dios quiere que llores por la carne rota.
Pero piensa en un hombre muerto y que unos cuantos estén diciendo: “¡Qué lástima!¡Cómo se ha puesto de sangre el traje!¡Y lo llevaba de estreno!”
¿Se puede decir civilizado al hombre que diga esto?
Pues mucho peor es todo lo que el hombre está haciendo.
¿Quién dudará que este Escrito haya sido dicho en el Cielo?
A aquél que ponga la duda, lo civilizará su remordimiento, cuando piense en el sufrir que lleva el Pregonero.
Pero tiene que seguir el mandar que da este Cielo.
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Si este Mensaje apareciera en cada esquina, en las paradas de autobús, en los folletos que reparten por la calle, en las revistas de las salas de espera...¿ qué pasaría ?
ResponderEliminar¡Hola Piolina ! No soy de Córboba, pero un primo mío cordobés me habló de Ana y salí disparada a conocerla. Nos hemos visto varias veces y nos hemos reído mucho.
ResponderEliminarHola, Ana se ve que Ana Garcia de Cuenca es única, digo es y no fue por que con su libros ella sigue viva,yo desde que vi este blog,los mensajes me fascinan, has tenido mucha suerte de conocerla.
ResponderEliminarAlguien me podría explicar lo que significa la frase "Al hombre civilizado no le pega su mano a su brazo." No llego a entender la frase. Gracias
ResponderEliminarHola Rocío, creo entender que en esta frase se refiere a la "carne unida" Sacramento del Matrimonio, y ello quiere decir que el hombre civilizado para Dios, no le pega a su mujer, ya que es la misma carne, por lo tanto dice: "no le pega su mano a su brazo".
ResponderEliminarEste Mensaje es muy serio, en cada frase se va describiendo al mundo: La reforma de sus Leyes: unir una carne a otra que aún siguiendo viva la anterior,el olvido a la Enseñanza Divina y a sus Leyes, La guerra, el hambre, el maltrato en el matrimonio; el crimen, con la impunidad y lo normal que se nombra, El no defender el bien y dejar que el mal campe a sus anchas...en fin,después de leer este Mensaje es como para que te digan:
ResponderEliminar¿Pero Dios qué va a decir ahora? Con Dios Hijo ya se dijo todo. Todo para el que Lo quiere lejos, pues entonces por qué han hecho santos como Teresa, San Agustín, Sto. Tomás de Aquino, y muchísimos más). Según eso es mentira que Dios les habló a ellos.